Saltar la cuerda, jugar a las escondidas o coleccionar tazos eran actividades comunes hace solo un par de décadas. Hoy, en pleno 2025, la niñez ha cambiado profundamente, marcada por pantallas, redes sociales y dispositivos móviles desde edades cada vez más tempranas.
La tecnología ha traído beneficios innegables: acceso rápido a la información, herramientas educativas interactivas, plataformas para desarrollar habilidades creativas y nuevas formas de socializar, especialmente tras la pandemia de COVID-19. Sin embargo, también ha planteado retos importantes. La infancia actual es más digital, pero también más solitaria, los niños tienen acceso a más entretenimiento, pero menos experiencias físicas. Juegan con otros, sí, pero a través de una pantalla.
Según datos del INEGI, en México más del 70% de los niños entre 6 y 11 años usan internet, y muchos tienen su primer celular antes de los 10 años. Esto ha generado debates entre padres, educadores y expertos sobre el uso responsable de la tecnología. Los efectos en la salud mental y física también son tema de preocupación: sedentarismo, trastornos del sueño, adicción a dispositivos y dificultades en la comunicación cara a cara. A la vez, fenómenos como el ciberacoso o la exposición a contenidos inapropiados son cada vez más frecuentes.
A pesar de los riesgos, los especialistas no proponen eliminar la tecnología de la vida de los niños, sino acompañarlos. No se trata de prohibir, sino de guiar. La clave está en establecer límites claros, fomentar el equilibrio y enseñar a los niños a usar la tecnología como herramienta, no como sustituto de la vida real.