Cuando un sitio es declarado maravilla del mundo, no solo cambia su estatus cultural: también transforma la economía que lo rodea
Hoteles, restaurantes, transporte, guías locales y venta de souvenirs se ven directamente impactados por el aumento de visitantes.
Sin embargo, este "efecto maravilla" tiene una doble cara: genera oportunidades económicas, pero también pone en riesgo la infraestructura, la seguridad de los turistas y la preservación del patrimonio histórico y natural.
El "efecto maravilla" en cifras
El nombramiento de un lugar como maravilla tiene un efecto notable sobre el turismo.
Un estudio de la revista internacional Curiosits, con datos previos a la pandemia, muestra que los sitios reconocidos como maravillas registraron un crecimiento del 124% en visitantes, frente al incremento promedio del turismo general, que fue de solo 52%.
La publicidad que reciben estos lugares, resaltando su historia, importancia cultural y reconocimiento internacional, despierta en las personas el deseo de visitarlos.
En números concretos, Machu Picchu, en Perú, recibió cerca de 1.4 millones de visitantes entre enero y noviembre de 2024; Chichén Itzá, en México, alcanzó los 2.2 millones; y el Cristo Redentor, en Brasil, reunió aproximadamente 2 millones de visitantes en ese mismo periodo
Beneficios económicos y generación de empleo
Las maravillas del mundo generan ingresos directos e indirectos mediante:
Por ejemplo, el Coliseo Romano ofrece entradas desde 18 euros (unos 400 pesos mexicanos) hasta 32 euros (aproximadamente 700 pesos), según los servicios incluidos, que van desde el acceso a foros hasta visitas a la Arena y subterráneos.
En India, el Taj Mahal ha generado alrededor de 62 millones de pesos mexicanos en cinco años solo por venta de entradas, convirtiéndose en el sitio protegido por el Archaeological Survey of India que más ingresos produce.
Más allá del dinero, el turismo crea empleo en hoteles, restaurantes, transporte y servicios de guía, mejorando la economía local y fomentando el intercambio cultural. Conocer estas maravillas permite acercarse a la historia, arquitectura y tradiciones que forman parte del legado colectivo de la humanidad
El lado oscuro: infraestructura y conflictos
No todo es positivo. La masificación de turistas y los intereses contrapuestos entre autoridades, operadores privados y comunidades locales pueden afectar la infraestructura y la experiencia del visitante.
Machu Picchu es un ejemplo reciente. Desde el 14 de septiembre de 2024, la reasignación de la concesión de autobuses que transportan turistas generó enfrentamientos, bloqueos y suspensión del transporte.
Muchos visitantes quedaron atrapados en Aguas Calientes, la única ciudad de acceso, mientras los residentes bloqueaban vías con troncos y piedras. La situación llevó incluso a que la Embajada de Estados Unidos emitiera una alerta de viaje.
El gobierno evacuó a 1,400 turistas y reanudó los servicios bajo un plan de contingencia, pero el episodio evidenció la vulnerabilidad del turismo en la zona y la falta de transparencia en la operación de los autobuses, cuestionando la seguridad de los visitantes
Riesgo de masificación y pérdida de patrimonio
La saturación turística no solo genera conflictos sociales, sino que también amenaza la conservación del patrimonio.
La erosión de caminos, el desgaste de monumentos y la presión sobre servicios básicos pueden afectar la autenticidad y durabilidad de estos sitios.
Estos lugares son más que atractivos turísticos: son testimonios de la creatividad y la vida de quienes nos precedieron.
Cada visitante que recorre sus espacios es testigo de un legado histórico, pero la masificación puede comprometerlo, disminuyendo su valor cultural y estético con el tiempo