Con la llegada de la temporada de lluvias, los campos mexiquenses se visten de rosa gracias a la floración del mirasol rosa. Esta flor silvestre, de tono rosa y fucsia intenso, se ha convertido en un símbolo de la estación y en un atractivo natural para comunidades rurales.
Su floración ocurre principalmente entre julio y septiembre, cuando el sol y la humedad se combinan. Brotan en suelos de temporal, orillas de caminos y parcelas agrícolas.
El mirasol rosa cumple un papel fundamental en el ecosistema: sus flores atraen a polinizadores como abejas, mariposas y otros insectos que encuentran en su néctar y polen.
Su aparición coincide también con otro fenómeno propio del verano mexiquense: la temporada de chapulines. Estos insectos, abundantes tras las lluvias, cumplen con su ciclo de vida en campos y la gastronomía mexiquense.
El mirasol rosa no es exclusivo del Estado de México; crece en diversas regiones de México. En tierras mexiquenses su presencia adquiere un carácter especial al ser un espectáculo natural que anuncia el final del verano y de las lluvias.