En los últimos años, México ha enfrentado una de las sequías más severas de su historia reciente, afectando de manera crítica al Estado de México, que atraviesa una de las temporadas de estiaje más intensas. Esta situación no solo ha evidenciado la alarmante escasez de agua, sino también ha dejado al descubierto un grave deterioro ambiental que permanecía oculto desde hace décadas. La escasez de agua ha puesto al descubierto la contaminación generalizada en ríos, canales y arroyos. Con los caudales reducidos, afloran los desechos que antes permanecían sumergidos. En el Valle de Toluca, los cauces por ejemplo el río Lerma en la Zona de San Mateo Atenco presentan un alto grado de contaminación al grado de que en su interior se pueden observar desperdicios de todo tipo desde neumáticos y bolsas de plástico hasta animales muertos. A nivel estatal, la magnitud del problema es enorme, cada día se generan más de 16 mil toneladas de residuos sólidos, y una parte significativa termina en ríos, canales y arroyos. El impacto de esta contaminación va más allá de lo visible, pues también afecta el subsuelo, comprometiendo la calidad del agua y los ecosistemas que dependen de ella. a escasez y la contaminación del agua forman un círculo vicioso que agrava la crisis ambiental en el Estado de México. Con menor cantidad de agua fluyendo, los contaminantes se acumulan en mayor proporción, lo que incrementa su concentración y los daños al ecosistema. Esta situación impacta directamente la vida acuática de peces, plantas y otros organismos poniendo en riesgo el acceso al agua para el consumo humano, así como para actividades esenciales como la agricultura y la ganadería.