De acuerdo al INEGI en 2024 se registraron 1,672,227 nacimientos en el país, lo que refleja una tasa de 47.7 por cada mil mujeres en edad fértil, cifra menor a la del año anterior y parte de una tendencia que se ha mantenido a la baja en la última década.
En los últimos años, México ha experimentado un fenómeno demográfico de gran relevancia: la disminución sostenida de los nacimientos. En 2024 los nacimientos disminuyeron 4.5 puntos respecto a la tasa reportada en 2023, haciendo patente la reducción en la natalidad nacional.
Esta realidad no es ajena al estado de Veracruz, que se encuentra en el quinto lugar en nacimientos con 89 mil 897, pero que a la vez enfrenta graves retos en materia de embarazo infantil y adolescente, al situarse en el tercer lugar en nacimientos de niñas de 10 a 14 años. Estas cifras muestran un contraste: mientras nacen cada vez menos bebés en términos generales, persisten contextos de vulnerabilidad que obligan a repensar las políticas públicas.
La baja en la natalidad tiene múltiples explicaciones que no se reducen a una sola causa. Entre las más evidentes se encuentran los cambios sociales y culturales: cada vez más mujeres postergan la maternidad debido a la búsqueda de mayores niveles educativos y de desarrollo profesional. Asimismo, el costo creciente de la vivienda, la educación y la salud, junto con la incertidumbre económica, hacen que formar familias numerosas ya no sea una opción viable para gran parte de la población.
El hecho de que cada vez nazcan menos bebés tiene implicaciones profundas. Por un lado, permite planificar mejor los recursos familiares y sociales. Pero por otro, representa un reto mayúsculo para el futuro económico, ya que un menor crecimiento poblacional puede derivar en una fuerza laboral reducida. De ahí la importancia de generar condiciones que permitan a las familias decidir libremente tener hijos sin que ello represente un obstáculo económico o social.