En la actualidad, la forma en que las personas se alimentan se ha convertido en uno de los principales factores que determinan su calidad de vida.
Los cambios en los hábitos alimenticios, impulsados por el ritmo acelerado de la vida moderna, la publicidad de productos ultraprocesados y el fácil acceso a comidas rápidas, han modificado la relación que la población mantiene con la comida.
Estos productos, formulados con sustancias extraídas de alimentos naturales, contienen aditivos y muy poco valor nutricional. Suelen ser altos en azúcar, grasas y sal, pero bajos en fibra, proteínas y vitaminas, lo que los convierte en una de las principales causas del aumento de enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Este cambio ha traído consecuencias importantes para la salud pública, generando un aumento preocupante de enfermedades crónicas y trastornos vinculados a la alimentación.

México se enfrenta a un panorama complejo: mientras una parte de la población lucha contra el sobrepeso, la obesidad y la diabetes, otra enfrenta deficiencias nutricionales y desnutrición. La dualidad del exceso y la carencia refleja una desigualdad estructural que atraviesa tanto zonas urbanas como rurales.

La alimentación, que debería ser fuente de bienestar y energía, se ha convertido en una causa de enfermedad y mortalidad para millones de personas.
Comprender cómo la alimentación impacta directamente en el cuerpo es esencial para tomar conciencia de la magnitud del problema.
Las enfermedades relacionadas con la comida pueden dividirse en tres grandes grupos: las causadas por exceso o mala calidad de alimentos, las derivadas de deficiencias nutricionales y las relacionadas con trastornos de la conducta alimentaria.
Enfermedades crónicas por malos hábitos alimenticios

Las enfermedades crónicas son, sin duda, las más comunes y las que generan mayor impacto social y económico.
En México, millones de personas viven con obesidad, diabetes tipo 2 o hipertensión, enfermedades que podrían prevenirse en gran medida con una alimentación adecuada y estilos de vida más saludables.

La obesidad es uno de los mayores problemas de salud pública en México.
En 2024, aproximadamente el 37% de los adultos mexicanos padecían obesidad, mientras que más del 75% de la población adulta total, incluyendo sobrepeso, presenta sobrepeso u obesidad. Este exceso de peso compromete órganos vitales y eleva el riesgo de padecer enfermedades graves, incluyendo diabetes, hipertensión y algunos tipos de cáncer.
El alto consumo de calorías, azúcares refinados y grasas saturadas, presentes en refrescos, botanas y comida rápida, ha desplazado a las frutas, verduras y alimentos frescos. Según la asociación civil El Poder del Consumidor actualmente, cerca del 30% de las calorías diarias de los mexicanos provienen de productos ultraprocesados, y se estima que este tipo de alimentación contribuye a más de 200 mil muertes al año en México.

Las enfermedades del corazón, que incluyen hipertensión, infartos y accidentes cerebrovasculares, siguen siendo la primera causa de muerte en México.
Según la Secretaría de Salud, en 2021 cerca de 220 mil personas fallecieron por enfermedades cardiovasculares, de las cuales 177 mil fueron por infarto al miocardio. Muchos de estos casos podrían prevenirse al evitar o controlar factores de riesgo como el tabaquismo, la presión arterial alta, el colesterol elevado y la diabetes no controlada.
Estas patologías están directamente vinculadas a dietas altas en sodio y grasas trans, combinadas con sedentarismo y hábitos poco saludables, lo que genera un impacto significativo en la salud pública y la economía del país.

La diabetes es una enfermedad crónica que ocurre cuando el cuerpo no produce suficiente insulina o no la utiliza correctamente, lo que provoca niveles altos de glucosa en la sangre. La alimentación poco saludable, el sobrepeso y el consumo excesivo de productos ultraprocesados aumentan el riesgo de desarrollarla.
A nivel mundial, aproximadamente 536 millones de personas viven con diabetes, y se estima que esta cifra seguirá en aumento.
En México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2022 (ENSANUT) reporta que 18.3% de la población adulta, unos 14.6 millones de personas, tiene diabetes diagnosticada o no diagnosticada, además según El Poder del Consumidor en México, esta enfermedad provoca aproximadamente 80 mil muertes al año.
Desde 2006, la prevalencia de diabetes ha aumentado 3.9%, mientras que los casos no diagnosticados han disminuido 1.3%, lo que indica que la detección de la enfermedad ha mejorado, reduciendo así el riesgo de complicaciones graves como amputaciones, ceguera o daño renal.

Algunos tipos de cáncer, como el de colon, hígado, riñón, mama y endometrio, tienen mayor incidencia en personas con obesidad o que mantienen dietas pobres en fibra y ricas en grasas animales. La alimentación equilibrada puede ser una herramienta clave en la prevención.
Trastornos de la conducta alimentaria: cuando la mente también enferma

No todas las enfermedades relacionadas con la alimentación se originan en lo físico.
Los trastornos de la conducta alimentaria son padecimientos que afectan tanto la mente como el cuerpo, y suelen tener consecuencias devastadoras si no se atienden a tiempo.
Entre los más conocidos se encuentran la anorexia nerviosa, la bulimia, el trastorno por atracón y la diabulemia. En todos los casos, la relación con la comida se vuelve disfuncional, marcada por el miedo, la culpa o la obsesión por el control del peso y la imagen corporal.

La anorexia se caracteriza por una restricción extrema de alimentos y un miedo intenso a subir de peso, lo que afecta tanto la salud física como la mental. Las personas que la padecen pueden sufrir desnutrición severa, debilitamiento de órganos vitales y alteraciones hormonales.
Es difícil determinar el número exacto de personas que padecen anorexia en México, sin embargo, según la Secretaría de Salud, aproximadamente el 25% de los adolescentes presentan desórdenes alimentarios o conductas de riesgo, de acuerdo con la secretaria de Salud.
Este dato resalta la importancia de la detección temprana y de contar con atención especializada para prevenir complicaciones graves y apoyar la salud mental y física de quienes lo padecen.

La bulimia combina episodios de atracones con conductas compensatorias, como vómitos inducidos, uso excesivo de laxantes o ejercicio extremo. Este comportamiento repetitivo puede dañar gravemente el sistema digestivo, los dientes, el corazón y provocar desequilibrios electrolíticos que, en casos severos, ponen en riesgo la vida.
Además de los efectos físicos, la bulimia genera importantes alteraciones emocionales. Quienes la padecen suelen experimentar culpa, ansiedad, depresión y baja autoestima, lo que refuerza el ciclo del trastorno y dificulta la recuperación sin apoyo profesional.
Según la Secretaría de Salud, los trastornos de la conducta alimentaria, incluida la bulimia, afectan a un porcentaje significativo de adolescentes y jóvenes, lo que evidencia la necesidad de intervención temprana y programas de prevención enfocados en la educación nutricional y la salud mental.
Malnutrición y deficiencias nutricionales: el otro extremo del problema

A la par del exceso, la falta de nutrientes sigue siendo un problema serio en México, sobre todo en comunidades rurales y zonas con altos niveles de pobreza.
La malnutrición infantil y las deficiencias de micronutrientes, como hierro, calcio o vitamina D, afectan el desarrollo físico y cognitivo de los niños.

La anemia por deficiencia de hierro es una de las más comunes en México y provoca cansancio, debilidad general y bajo rendimiento escolar.
Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continua 2022, las prevalencias de anemia fueron 6.8% en niños de 1 a 4 años, 3.8% en niños de 5 a 11 años, 10.1% en adolescentes de 12 a 19 años, 15.8% en mujeres de 20 a 49 años y 10.3% en adultos mayores de 60 años.
La anemia afectó principalmente a las mujeres adultas, lo que resalta la necesidad de identificar sus causas para focalizar acciones y evitar el ciclo intergeneracional de riesgo.

La insuficiencia de calcio y vitamina D puede derivar en osteoporosis, debilitando los huesos y aumentando el riesgo de fracturas.
Este problema es más frecuente en mujeres y adultos mayores, lo que afecta su movilidad, independencia y calidad de vida. La falta de estos nutrientes esenciales también puede agravar otras enfermedades óseas y dificultar la recuperación tras lesiones, haciendo que el cuidado de la alimentación y la exposición adecuada al sol sean clave para prevenir complicaciones a largo plazo.

La desnutrición no solo limita el crecimiento, sino que también debilita el sistema inmunológico, aumentando la vulnerabilidad ante infecciones y enfermedades respiratorias o gastrointestinales. En México, no hay una cifra única de desnutrición para toda la población, pero datos recientes de la Secretaría de Salud indican que aproximadamente el 12% de la población sufre de insuficiencia nutricional.
Específicamente, la desnutrición crónica afecta a 1 de cada 8 niños pequeños, y la prevalencia de baja talla para la edad en menores de 5 años se situó en 12.8% en 2022, con variaciones significativas entre zonas rurales y urbanas. En los primeros años de vida, una mala alimentación puede dejar secuelas permanentes, afectando el desarrollo físico y cognitivo de los niños.
Prevención y educación: pilares para un futuro más saludable

La prevención de las enfermedades relacionadas con la alimentación requiere de un enfoque integral que combine educación, políticas públicas y responsabilidad individual.
Adoptar hábitos saludables no solo mejora la calidad de vida, sino que puede reducir de forma significativa la carga de enfermedades crónicas en el país.
Llevar una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y proteínas magras, es una de las mejores formas de cuidar la salud. Al mismo tiempo, se recomienda limitar el consumo de azúcares, grasas saturadas y productos ultraprocesados, así como reducir la ingesta de bebidas azucaradas.
El ejercicio físico también cumple un papel fundamental, realizar actividad física al menos 30 minutos al día ayuda a controlar el peso, fortalecer el corazón y mejorar el estado de ánimo. Además, contribuye a prevenir la diabetes y la hipertensión.

En los últimos años, México ha implementado medidas como el etiquetado frontal de advertencia en productos alimenticios y el impuesto a las bebidas azucaradas. Estas políticas buscan orientar a los consumidores hacia elecciones más saludables y reducir el consumo de productos dañinos.
En las escuelas, fomentar entornos saludables mediante la prohibición de alimentos chatarra y la educación nutricional desde temprana edad es una estrategia efectiva para formar generaciones más conscientes.
La industria alimentaria también puede ser aliada en esta tarea, reformulando productos, reduciendo azúcares y grasas, e incluyendo ingredientes más naturales.
Finalmente, la educación en salud debe ir más allá de lo teórico. Es necesario promover una cultura alimentaria que valore los alimentos frescos, las tradiciones culinarias mexicanas y la importancia de cocinar en casa, no solo como un acto de nutrición, sino también de convivencia y bienestar emocional.

El desafío de enfrentar las enfermedades relacionadas con la alimentación no recae en una sola persona ni en una sola institución. Es una tarea colectiva que involucra a familias, escuelas, gobiernos, médicos, industria alimentaria y medios de comunicación.
Comer de manera saludable no se trata solo de seguir dietas o evitar ciertos productos; se trata de recuperar el equilibrio entre el cuerpo, la mente y la cultura alimentaria. En un país donde la comida es parte esencial de la identidad, cuidar la forma en que se alimenta la población es cuidar también su futuro.
La salud no comienza en el hospital, sino en la mesa de cada hogar. Promover una alimentación sana, variada y consciente es la mejor inversión para garantizar una sociedad más fuerte, más sana y con mayor calidad de vida. ??