Las tensiones políticas recientes parecen estar marcando la pauta en la frontera más transitada del mundo
Las amenazas de anexión a Canadá hechas por el presidente estadounidense Donald Trump y la imposición de aranceles a productos canadienses han despertado un fuerte rechazo público en el país vecino.
En respuesta, surgieron campañas de boicot contra bienes y destinos turísticos estadounidenses, junto con llamados en redes sociales a "viajar local" como una forma de defensa nacional.

Lo que antes era una relación fluida entre vecinos cercanos, hoy se ve empañada por la desconfianza y un ánimo de distanciamiento
Viajar al sur, una experiencia menos atractiva
A ese contexto político se suman controles fronterizos más estrictos. Cada vez son más los canadienses que reportan revisiones largas, retenciones e incluso negativas de entrada por parte de autoridades estadounidenses.
En la práctica, esto ha hecho que el simple acto de cruzar la frontera pierda su espontaneidad: menos escapadas de fin de semana, menos turismo de compras y más cautela al planear un viaje.
La consecuencia más visible de este enfriamiento está en los números. Según la Asociación de Turismo de Estados Unidos, la caída del gasto de visitantes extranjeros podría costarle al país 5,700 millones de dólares solo en 2025.

El golpe no es menor: los canadienses representan el 28 % del turismo internacional en Estados Unidos, por lo que cualquier reducción afecta de manera directa a hoteles, comercios y aerolíneas
Datos que confirman la tendencia
Las cifras publicadas por Estadísticas Canadá confirman lo que ya se percibía en aeropuertos y carreteras: los viajes de canadienses hacia Estados Unidos se redujeron 29% en octubre respecto al año anterior.
Los desplazamientos aéreos bajaron 23.9%, y los cruces por carretera, 30.5%, con solo 1.4 millones de retornos registrados.

En sentido inverso, la movilidad se mantiene activa: los viajes de extranjeros a Canadá crecieron 4.2 %, impulsados principalmente por visitantes estadounidenses