Desde sus raíces coloniales hasta su papel festivo en la Guelaguetza, las marmotas oaxaqueñas (esas enormes esferas que giran sobre mástil durante las calendas) han recorrido un camino de profunda transformación simbólica. Su origen se remonta al Valle de Etla, cuando misioneros dominicos emplearon estas estructuras como herramientas de evangelización: la tela representaba la Sábana Santa, el mástil el cuerpo de Cristo y las doce varillas de madera, los apóstoles.
Con el paso del tiempo, su simbolismo religioso retrocedió frente a una reinterpretación como emblema comunitario y festivo. Ahora encabezan los desfiles de calenda que anuncian los Lunes del Cerro, y se han convertido en protagonistas del Primer Encuentro de Marmoteros, Chinas, Moneros y Faroleros de la Guelaguetza 2025, celebrado el 4 de julio, donde marmoteros ágiles portan esferas de más de 50 kg danzando al ritmo de bandas regionales.
En Oaxaca, hoy hay cerca de dos docenas de marmoteros formales registrados, muchos con tradición familiar que han producido piezas monumentales de 70-80 kg. Elaborar una marmota exige entre una semana y un mes de trabajo; el costo promedio ronda los 8 mil a 15 mil pesos, dependiendo del tamaño y materiales (pino, cedro, huanacaxtle, encino). El financiamiento proviene de recursos municipales, apoyos de Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca (SECULTA) y cooperaciones de las delegaciones participantes.
El principal desafío actual es la caída en ventas, en la Guelaguetza 2025, varios artesanos reportaron menor demanda, lo cual pone en riesgo la preservación de este oficio. Además, la logística para transportar esferas que superan los 50 kg exige alta resistencia física y coordinación con autoridades de vialidad, así como mantenimiento del patrimonio simbólico frente a su uso comercial.
En Tlacolula, el "Día de la Marmota" previo a los Lunes del Cerro es ya una tradición oficial reconocida, y el registro de marmotas monumentales ante el Instituto Nacional de Derechos de Autor subraya su valor patrimonial.