Las campañas políticas no solo se hacen notar con discursos y promesas. También dejan un fuerte impacto ambiental y urbano. De acuerdo con la Dirección de Servicios Públicos, cada evento masivo de campaña genera entre 1.5 y 2 toneladas de basura. Esta cifra no incluye la propaganda visual colocada en postes, bardas y fachadas de viviendas, que contribuye a la saturación visual del entorno.
Entre los residuos más comunes se encuentran volantes, lonas, plásticos y estructuras de madera utilizadas para sostener publicidad. A diferencia de la basura doméstica, estos materiales requieren una recolección especial. Las brigadas deben ser asignadas con personal extra, transporte y rutas específicas, ya que el sistema regular de limpia no puede absorber este tipo de carga sin retrasar otros servicios.
La contaminación visual también es una constante durante las campañas. Las calles, colonias y cruceros son invadidos por pendones, mantas y carteles de todos los colores y partidos. Aunque existe una obligación legal para retirar esta propaganda una vez concluido el proceso electoral, gran parte de ella permanece por semanas, dañando la imagen urbana y provocando molestia entre la ciudadanía.
Además del impacto estético, el exceso de propaganda y residuos encarece el servicio público de recolección y desvía recursos que podrían utilizarse para mejorar otras áreas, como el mantenimiento de espacios públicos o la atención a colonias con problemas de basura acumulada.
Autoridades municipales han reiterado el llamado a los partidos políticos para que asuman su responsabilidad y retiren sus residuos visuales y materiales. La ciudadanía, por su parte, también ha expresado su inconformidad en redes sociales, señalando que el espacio público no debe convertirse en botín electoral.
Mientras los partidos compiten por ganar terreno político, los efectos colaterales quedan en manos de los servicios municipales? y en las calles por donde todos caminamos.