En 2020, en plena pandemia, Gilda Rosales recibió una noticia que le cambiaría la vida: tras múltiples estudios y revisiones médicas fue diagnosticada con cáncer de mama. Entre tomografías, mamografías y biopsias comenzó un proceso que parecía interminable, marcado por el miedo y la incertidumbre. Sin embargo, el apoyo de su familia fue el motor que la impulsó a seguir adelante con los tratamientos hasta lograr superar la enfermedad.
La experiencia de Gilda refleja la realidad de muchas mujeres en Durango, donde el cáncer de mama se ha convertido en un problema de salud pública cada vez más grave.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, hasta la semana 18 de 2025 se han detectado 502 casos en la entidad, la mayoría en mujeres de entre 20 y 50 años. En 2024, se confirmaron 644 casos positivos mediante mastografías (7.3 % de positividad), cifra derivada de las 8,739 pruebas realizadas, incluyendo las unidades móviles.
Uno de los factores más críticos es el abandono de los tratamientos. Muchas pacientes interrumpen su atención debido a la falta de recursos, la distancia hacia los hospitales especializados o el miedo a enfrentar el proceso completo. Esta interrupción disminuye drásticamente sus probabilidades de recuperación.
La mortalidad no cede. En lo que va de 2025, se han reportado 79 defunciones relacionadas con cáncer de mama, reflejo de la urgencia para reforzar políticas de detección médica.
La detección temprana sigue siendo la herramienta más efectiva para salvar vidas. Revisiones periódicas, autoexploraciones y mastografías permiten identificar la enfermedad en fases iniciales, cuando el pronóstico de recuperación es más favorable.
En Durango, el cáncer de mama no solo se traduce en estadísticas: son historias de lucha, esperanza y también de pérdidas que recuerdan la urgencia de fortalecer la prevención y la atención médica integral.