A sus 70 años, Manuel Garrido sigue trabajando. Tras más de tres décadas de empleo formal esperaba vivir tranquilo con su pensión, pero hoy debe salir a vender productos para completar sus gastos. Lo que recibe mensualmente ronda entre $4,000 y $5,000 pesos, una cantidad que, dice, no cubre ni lo indispensable.
Su caso no es aislado. En México, miles de jubilados enfrentan la misma realidad: pensiones que no alcanzan a cubrir la canasta básica, mucho menos los gastos médicos que se vuelven más frecuentes con la edad.
De acuerdo con el IMSS, existe una pensión mínima garantizada, la cual se actualiza con base en la inflación y que en 2025 ha sido objeto de ajustes. Sin embargo, no todos los jubilados acceden a ese monto. El cálculo final depende del régimen bajo el que se cotizó (Ley 73 o Ley 97), las semanas acumuladas y el salario base de cotización.
Esto provoca que, a pesar de décadas de trabajo, muchos pensionados terminen recibiendo montos muy por debajo del salario mínimo vigente, que este año asciende a 9,412 pesos mensuales. Informes nacionales han mostrado que una proporción significativa de jubilados percibe menos de 5,000 pesos al mes, situación que coincide con la experiencia de Manuel.
El problema se agrava en estados como Durango, donde gran parte de la población ocupada cotiza con sueldos bajos o en la informalidad, lo que reduce la posibilidad de acceder a pensiones dignas. A ello se suma la falta de actualización real en los esquemas de pensiones más antiguos, que no siempre reflejan el costo de vida actual.
Depender de estos ingresos es insostenible para las familias. La brecha entre la pensión recibida y el salario mínimo deja ver un reto urgente para el sistema de pensiones en México. Mientras tanto, historias como la de Manuel recuerdan que el retiro, lejos de significar descanso, puede convertirse en una nueva lucha por sobrevivir.