El ritmo ancestral de los tambores ya comienza a escucharse en los barrios de Durango, anunciando la llegada de una de las tradiciones más profundas y coloridas de la ciudad. Mientras las familias guadalupanas se alistan para honrar a su patrona, los danzantes tradicionales tejen con sus pies descalzos y sus penachos vibrantes una historia de fe que ha resistido el paso de generaciones, preparándose para convertir las calles en un río de devoción y folklore.
Los preparativos para las festividades del 12 de diciembre están en su punto más álgido. Grupos dancísticos con décadas de historia, como los Vikingos, fundados hace más de cincuenta años y ahora liderados por Humberto, segundo de su linaje, ultiman los detalles de su participación en la gran peregrinación. Esta expresión representa un rico sincretismo religioso y cultural, manteniendo vivas tradiciones prehispánicas mientras fortalece la identidad duranguense y el fervor guadalupano.
La celebración principal tendrá lugar el 12 de diciembre, aunque los festejos iniciarán desde la noche del 11, llenando de anticipación y algarabía los distintos puntos de reunión. La ciudad entera será el escenario de esta manifestación de fe, que no se concentrará únicamente en el santuario, sino que se dispersará por múltiples calles y plazas, llevando la tradición a todos los rincones.
La organización de los eventos ya está definida. Los diferentes grupos, entre ellos los Vikingos, han coordinado minuciosamente el desarrollo de la peregrinación, acatando las disposiciones municipales establecidas para garantizar un festejo ordenado. Una de las normas clave es la restricción en el uso de pirotecnia, permitiéndose únicamente pólvora fría durante los recorridos.
Las autoridades, conscientes del impacto de estas manifestaciones masivas, han establecido un marco de regulación para equilibrar la expresión cultural con la convivencia urbana. Se ha advertido que cualquier alteración del orden público podría derivar en arrestos administrativos, una medida que busca proteger tanto a los participantes como a los residentes.
Esta tradición, que abarca el 85% de las parroquias de la ciudad e incluye grupos de todos los barrios tradicionales, es mucho más que un acto religioso. Se ha consolidado como un poderoso imán turístico, un espectáculo de identidad y color que ahora trasciende fronteras a través de las redes sociales, mostrando al mundo la fuerza de una herencia que se niega a morir y que late con especial intensidad cada diciembre.