La deserción escolar en Durango continúa afectando principalmente a jóvenes de nivel medio superior y superior. Aunque algunos estudiantes migran a otras instituciones, muchos abandonan sus estudios por completo, dejando sus trayectorias educativas interrumpidas de forma indefinida.
En zonas rurales y en familias con bajos ingresos, la necesidad de trabajar es una de las razones más comunes para salir de la escuela. Ante la urgencia económica, estudiar se convierte en una opción secundaria. La falta de programas que combinen educación con ingresos o becas suficientes complica aún más la permanencia.
Otro factor importante es la falta de apoyo familiar. Cuando en casa no se valora o acompaña el proceso educativo, los jóvenes encuentran más fácil abandonar la escuela. En muchos casos, los estudiantes enfrentan conflictos familiares o situaciones de descuido, lo que termina por aislarlos del sistema.
La rotación constante de docentes en comunidades alejadas también influye en la decisión de desertar. Cambios frecuentes de maestros afectan la continuidad de clases y generan desinterés en los estudiantes, quienes perciben la escuela como un espacio inestable.
Además, muchos jóvenes reportan sentirse desconectados de los contenidos escolares. No encuentran una relación entre lo que aprenden y su vida diaria, lo que reduce la motivación por seguir en el aula
A nivel nacional, el abandono escolar sigue siendo un problema estructural que se presenta con fuerza en contextos de desigualdad. La falta de condiciones económicas, el desinterés familiar y la desconexión entre escuela y realidad son patrones que se repiten en distintos estados.
Atender la deserción requiere algo más que reforzar la presencia en el aula. Se necesitan políticas integrales que combinen apoyo económico, estabilidad educativa y acompañamiento social para que los jóvenes permanezcan y terminen sus estudios.