Ninguna estaba a salvo. Ni en su casa, ni en la calle, ni con quien alguna vez dijeron amar. La violencia las alcanzó a todas, con fuerza desmedida y sin tregua. Fue en 2024 cuando el horror se instaló con fuerza en Durango: 14 feminicidios reconocidos oficialmente, aunque colectivos feministas aseguran que fueron más de 20. A la par, se denunciaron 271 violaciones, 514 casos de abuso sexual y más de 5 mil episodios de violencia familiar. Casi 14 denuncias al día.
Sin embargo, más de la mitad de las denuncias no llegan a juicio. Muchas víctimas desisten: por miedo, por amenazas, o simplemente porque las autoridades no les dan seguimiento. A esto se suma una justicia que llega tarde o nunca: más de 102 deudores alimentarios están registrados en el padrón estatal, pero sólo uno ha sido sentenciado.
En lo que van del 2025 se han registrado seis feminicidios oficiales. El primero fue María Cristina Aguilar Romero, asesinada en Gómez Palacio. María Guadalupe Elizalde Villegas murió en Durango capital a manos de su expareja. Victoria García Sánchez, adulta mayor, falleció tras agresión en Guadalupe Victoria. Otra mujer fue asesinada en Gómez Palacio sin denuncias previas. Finalmente, Lidia Zúñiga Alvarado, de 18 años, fue apuñalada por su esposo en Calixto Contreras, Guadalupe Victoria. Los casos reflejan la persistente violencia de género y la urgente necesidad de prevención y justicia en la entidad.
Y mientras la violencia sube, la respuesta del gobierno se hunde. El presupuesto para combatir la violencia de género apenas se ejerció en un 12?%. El Banco Estatal de Datos sobre Violencia está desactualizado. Tres de cada diez municipios ni siquiera tienen refugios para mujeres. Lo urgente sigue siendo ignorado.
Porque no se trata solo de cifras. Se trata de las mujeres que ya no regresaron a casa, de las que gritaron y nadie escuchó. Aquí no faltan campañas: faltan castigos, sentencias, justicia real. Y mientras todo eso falta, ellas siguen cayendo.
En Durango, ser mujer es vivir con la espalda contra la pared y los ojos bien abiertos. La impunidad no es una falla del sistema: es parte del sistema. Y ese sistema, hoy por hoy, no está del lado de las víctimas.