Una parálisis económica de décadas mantiene a Durango anclado en el pasado, con un paisaje comercial que se repite monótonamente y una ciudadanía que clama por la llegada de nuevas opciones que nunca terminan de materializarse. El diagnóstico es contundente: la falta de innovación, una infraestructura pública deficiente y una maraña burocrática asfixiante han creado un círculo vicioso donde proliferan los mismos negocios, se desaprovechan los recursos naturales y los emprendedores enfrentan un camino cuesta arriba lleno de obstáculos. Esta inercia no solo frena el desarrollo, sino que condena a las familias y comerciantes a un estancamiento que parece no tener fin.
Quienes constatan esta realidad son los propios líderes empresariales y comerciantes establecidos. El presidente de la Coparmex en Durango, francisco esparza, ha señalado que, si bien existe una migración de comerciantes de otras partes del país hacia el estado, existe el riesgo de que solo repliquen el mismo modelo obsoleto, con negocios idénticos que solo cambian un eslogan "tipo" o "estilo" seguido del nombre de alguna ciudad, sin aportar una verdadera innovación. Por su parte, comerciantes como Teófilo Chaidez apuntan hacia otro problema fundamental: la infraestructura pública inadecuada, ejemplificada en el caos de estacionamientos en los mercados de abastos y el centro histórico, lo que disuade a los clientes potenciales y perjudica las ventas.
La forma en que se manifiesta este estancamiento es a través de la homogeneidad en la oferta comercial. Durango no ha logrado diversificar sus giros negociales en los últimos años, manteniéndose principalmente en los rubros de servicios y productos básicos, sin evolucionar hacia industrias de mayor valor. El potencial existe, es rico en recursos naturales y ganadería, pero carece de la capacidad estructural para transformar estas materias primas en productos terminados con un valor agregado que le permita competir a nivel nacional e internacional.
El momento para un cambio es urgente, pero las barreras son formidables. Empresarios y comerciantes coinciden en que los trámites para obtener permisos, cambios de uso de suelo o cualquier gestión ante dependencias gubernamentales se han vuelto "insoportables y extremadamente tardados". Esta burocracia asfixiante no solo desalienta la inversión formal, sino que fomenta la proliferación de la informalidad, perpetuando un modelo económico de baja productividad y escasa innovación.
El lugar donde esta problemática se vive con mayor intensidad es en la ciudad de Durango y su zona metropolitana, el corazón económico del estado. La solución, según los entrevistados, requiere un trabajo en conjunto entre el gobierno y la iniciativa privada. No se trata solo de una inversión fuerte, que es necesaria, sino de crear un ecosistema que favorezca el emprendimiento, simplifique la regulación y, sobre todo, aproveche de manera inteligente las ventajas competitivas del estado. Mientras no se rompa este esquema, Durango seguirá navegando en la misma corriente, viendo pasar las oportunidades de desarrollo y condenando a sus nuevas generaciones a un futuro con las mismas limitaciones del pasado.