Una batalla solitaria y diaria se libra en las banquetas y edificios de Durango, donde la falta de rampas, los desniveles traicioneros y las puertas estrechas convierten a la ciudad en un laberinto infranqueable para personas como Isaac. Su silla de ruedas no es su mayor limitante; el verdadero obstáculo es una ciudad diseñada sin considerar que la movilidad es un derecho universal, y no un privilegio para quienes pueden caminar.
Para Isaac, acciones que para otros son simples trámites cotidianos, se transforman en misiones complejas que requieren una minuciosa planeación. Acudir a una dependencia de gobierno, por ejemplo, deja de ser una gestión rutinaria para convertirse en un desafío logístico, donde debe anticipar cada escalón, cada puerta sin espacio y cada baño inaccesible, enfrentándose no solo a la burocracia, sino a la arquitectura que lo excluye.
Lo más desalentador, según relata, es que este problema de exclusión urbana no es nuevo. Isaac lleva más de tres décadas siendo testigo de cómo, administración tras administración, los discursos políticos se llenan de promesas de una ciudad incluyente. Sin embargo, al final de cada periodo, las palabras se las lleva el viento y las banquetas rotas, los accesos imposibles y el olvido institucional permanecen intactos.
Esta dinámica de esperanzas frustradas se repite cíclicamente en cada temporada electoral. Las personas con discapacidad son frecuentemente utilizadas como bandera social, mencionadas en campañas como símbolo de compromiso con los más vulnerables. Pero una vez que pasa la elección, denuncia Isaac, vuelven a caer en el olvido, relegadas una vez más en la lista de prioridades de la obra pública.
Por ello, el reclamo de Isaac y de muchas otras personas en situación similar es claro y contundente: han dejado de creer en las promesas. Lo que exigen ahora es voluntad política demostrada con hechos concretos. Piden acciones tangibles: rampas que sí lleven a algún lado, edificios públicos con accesos reales, transporte adaptado y una planificación urbana que, por fin, los incluya no como una nota al margen, sino como ciudadanos de pleno derecho para los cuales la ciudad también debe ser construida.