Durango libra una batalla contra reloj para recuperar su patrimonio forestal, en un año donde los esfuerzos de reforestación apenas han logrado empatar el daño causado por los incendios. Durante 2025, los 408 siniestros registrados han consumido una superficie forestal equivalente a la que las autoridades han podido reforestar, dejando un balance ambiental de cero ganancias en medio de un esfuerzo titánico por reverdecer la entidad. Aunque actualmente no hay incendios activos, esta tregua temporal no oculta la cruda realidad: la regeneración del bosque no logra superar el ritmo de su destrucción.
La responsabilidad de esta lucha recae en las autoridades forestales estatales, quienes mantienen vigente el programa de reforestación a pesar de los desafíos. Los principales aliados en esta tarea son brigadistas, voluntarios y comunidades rurales que participan en las jornadas de plantación. Los afectados directos por esta situación son todos los duranguenses, quienes ven cómo su capital natural se deteriora, impactando la calidad del aire, la recarga de mantos acuíferos y la biodiversidad de la entidad.
La forma en que se desarrolla esta contienda ambiental es a través de una carrera entre dos fuerzas opuestas. Por un lado, los incendios forestales, que durante 2025 arrasaron con cientos de hectáreas de vegetación. Por otro, los programas de reforestación que intentan contrarrestar estas pérdidas mediante la plantación sistemática de árboles en las áreas afectadas. El equilibrio perfecto entre superficie siniestrada y superficie reforestada demuestra la magnitud del desafío: por cada árbol que se planta, otro se pierde en las llamas.
El momento actual representa un respiro en la lucha contra el fuego, pero no en la de la recuperación. Con la temporada crítica de incendios aparentemente superada, las autoridades forestales ya proyectan sus esperanzas en 2026, confiando en que el próximo año pueda presentar mejores resultados en la recuperación ambiental. Este optimismo se basa en la experiencia acumulada y en la mejora continua de las estrategias de prevención y combate de incendios.
Estos bosques y selvas no son solo paisaje; son ecosistemas vitales que regulan el clima, protegen los suelos y proveen agua para las presentes y futuras generaciones. La determinación de continuar con la reforestación, incluso cuando los resultados parecen modestos, es un testimonio de la resistencia ambiental de Durango. Cada árbol plantado representa una apuesta por el futuro, una declaración de que, a pesar de la adversidad, la esperanza verde sigue creciendo en la entidad.