El altar de muertos: un puente eterno entre amor y ausencia
Cultura

El altar de muertos: un puente eterno entre amor y ausencia

Por: Gerardo Salazar
Durango
Fecha: 31-10-2025

Entre flores de cempasúchil, veladoras titilantes y aromas de copal, los hogares y plazas de Durango se llenan de vida para honrar a quienes ya partieron. El altar de muertos no es solo una tradición: es el corazón palpitante del Día de Muertos, un puente entre dos mundos donde la memoria se hace presente con cada vela encendida.

Días antes del 2 de noviembre, las familias comienzan a montar sus altares con una devoción que traspasa generaciones. Cada nivel representa una creencia y cada elemento tiene voz propia: el agua calma la sed del alma, la sal purifica el camino, el pan de muerto alimenta la nostalgia y el cempasúchil guía con su color al espíritu que regresa..

Aproximadamente el 70 % de los mexicanos celebra el Día de Muertos, y de ellos, la mitad instala una ofrenda o altar en su hogar. En Durango, la tradición también florece con fuerza: tan solo el Panteón de Oriente recibió más de 100 000 visitantes el año pasado, todos unidos por el mismo propósito: recordar y agradecer a quienes ya no están.

El altar no se improvisa: se siente y se construye con amor y respeto. En los retratos descansan las historias que no mueren; en las ofrendas, los sabores evocan la infancia, las risas y los abrazos que el tiempo no logró borrar. Es un lenguaje de símbolos que refleja que en México la muerte no vence, solo transforma.

Más que una costumbre, el altar es una declaración de identidad. Es un acto de resistencia cultural frente al olvido, una forma de mantener vivos a los que partieron, bailando entre papel picado y velas encendidas. Porque mientras exista un altar, habrá memoria. Y mientras haya memoria, la muerte jamás podrá ganar.


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