El río Tunal, una de las venas hídricas más importantes de Durango, se encuentra en un estado de agonía constante, intoxicado por un flujo ininterrumpido de aguas residuales y una acumulación crítica de residuos sólidos que han encendido las alarmas entre los pobladores de las comunidades ribereñas. La contaminación, lejos de ser un problema esporádico, se ha convertido en una crisis permanente que amenaza la salud de los ecosistemas y de las personas, mientras los vecinos, desesperados, claman por una intervención urgente y decisiva de las autoridades para salvar lo que queda del afluente.
Los principales afectados por este desastre ambiental son los habitantes de los poblados aledaños al cauce, quienes conviven a diario con los olores fétidos, el paisaje devastado y el riesgo latente de contraer enfermedades. Estas familias son testigos impotentes de cómo el río que alguna vez fue fuente de vida se transforma en un canal de desechos. Del otro lado, la Comisión Nacional del Agua ha documentado el problema, cuantificando las descargas contaminantes, pero la solución definitiva aún parece distante.
La forma en que se desarrolla esta contaminación es a través de un doble flujo tóxico. Por un lado, existen descargas directas de aguas residuales, que en algunos casos son vertidas sin ningún tratamiento y en otros reciben un proceso insuficiente. Reportes locales mencionan que alrededor de 64 litros por segundo de aguas negras fluyen hacia el río desde distintos asentamientos, una cifra que contribuye de manera sostenida a la carga contaminante. Por otro lado, la acumulación de residuos sólidos, desde plásticos hasta desechos voluminosos, se suma al problema, obstruyendo el cauce y generando focos de infección.
El momento de esta crisis es ahora, en 2025, pero se trata de un problema continuado que se ha agravado con el paso del tiempo. No son episodios aislados de contaminación, sino un envenenamiento constante del agua, día tras día, que ha llevado al río a un punto de no retorno. La situación es de tal gravedad que los vecinos expresan su temor a contraer enfermedades como la hepatitis, un indicador del severo riesgo sanitario que representa el estado actual del afluente.
El lugar donde este drama ambiental se desarrolla con mayor intensidad es el tramo del río Tunal que atraviesa la zona metropolitana de Durango y los poblados cercanos a su cauce. Cada descarga, cada bolsa de basura arrojada a sus aguas, contribuye a la lenta muerte de un recurso natural vital. La solución requiere más que medidas paliativas; exige una intervención integral que incluya la ampliación y el mantenimiento de la red de drenaje, plantas de tratamiento eficientes, campañas de concientización y una vigilancia estricta para sancionar a quienes continúen contaminando. El río Tunal clama por auxilio, y su grito es el de toda una comunidad que ve cómo se esfuma un patrimonio natural indispensable.