El aumento de las temperaturas está relacionado con un incremento en los casos de enfermedades gastrointestinales. Con el calor, los alimentos y el agua se contaminan con mayor facilidad, debido a la acelerada proliferación de bacterias, virus y parásitos. Esto impacta directamente en la salud digestiva de la población, especialmente en zonas con refrigeración limitada o prácticas inadecuadas de manejo de alimentos.
Las condiciones ambientales extremas provocan que los alimentos pierdan su seguridad más rápidamente, sobre todo si no se refrigeran de inmediato o se manipulan sin higiene. Esto puede derivar en síntomas como diarrea, náuseas, vómito y, en casos más graves, deshidratación aguda, principalmente en niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas.
Durante la temporada de calor, se incrementa el porcentaje de consultas derivado de afecciones gastrointestinales en un 50 o 70 por ciento. En estos primeros cinco meses de 2025, se han presentado 19 mil 538 casos de enfermedades diarreicas en todo el territorio estatal, lo que representa un 11 por ciento más en relación con el mismo periodo de 2024.
Además, las altas temperaturas alteran la función intestinal. El cuerpo, al intentar regular su temperatura, reduce el flujo sanguíneo al sistema digestivo, lo que puede provocar estreñimiento o sensación de malestar gástrico. A esto se suma el aumento en el consumo de alimentos preparados en la vía pública, donde no siempre se garantiza la inocuidad.
Las autoridades sanitarias recomiendan mantener una hidratación constante, evitar alimentos que hayan estado expuestos al sol, y extremar precauciones en la conservación de carnes, lácteos y mariscos. Las enfermedades gastrointestinales por calor son prevenibles, pero requieren medidas inmediatas para evitar brotes.