Durango amaneció el domingo 12 de octubre con un reclamo que partió del corazón de muchas familias: la búsqueda de sus hijos desaparecidos. La avenida 20 de Noviembre, acostumbrada al tránsito cotidiano, se convirtió en una marea de voces que pedían justicia y vida. Entre carteles, fotografías y consignas, la imagen de Carlos Emilio, joven duranguense desaparecido el 4 de octubre en Mazatlán, Sinaloa, encabezó una marcha pacífica que reunió a más de sesenta personas.
La madre del joven, Brenda Valenzuela, caminó al frente del contingente acompañada por familiares y amigos que se negaban a resignarse al silencio oficial. A su paso se sumaron otras familias que también buscan a sus seres queridos, algunas desde hace años. En conjunto, tejieron una manifestación que fue más allá de la protesta: se transformó en un acto de resistencia frente a la impunidad y el olvido.
El recorrido inició en el cruce de 20 de Noviembre y Miguel de Cervantes Saavedra, avanzó entre el sonido de tambores improvisados y terminó frente a la Catedral de Durango. Ahí, el cansancio se mezcló con esperanza. Los manifestantes exigieron a las autoridades de Durango y Sinaloa redoblar esfuerzos en la búsqueda de Carlos Emilio, denunciando la falta de acceso a evidencias como los videos de seguridad del lugar donde fue visto por última vez.
Brenda Valenzuela ha sostenido reuniones con el gobernador Esteban Villegas y con funcionarios de ambas entidades, sin obtener respuestas concretas. Mientras tanto, la investigación formal continúa en Mazatlán, donde la Fiscalía de Sinaloa abrió una carpeta por privación de la libertad y asegura mantener coordinación con autoridades duranguenses y federales.
El lunes 13, un grupo de madres buscadoras de ambos estados programó una reunión con la Fiscalía sinaloense para conocer avances. Aunque Brenda no acudiría personalmente, su familia estaría presente. Paralelamente, el centro nocturno Terraza Valentino, señalado por haber sido el último sitio donde se vio al joven, emitió un comunicado oficial asegurando haber entregado de inmediato toda la información y grabaciones requeridas por la autoridad, reiterando su disposición a colaborar.
Entre el dolor y la esperanza, la marcha del domingo dejó claro que en Durango hay quienes no se rinden: detrás de cada pancarta hay una historia, un nombre y una promesa de no olvidar.