En Durango, la hipertensión arterial y los infartos al miocardio siguen marcando la agenda de salud pública. En lo que va de 2025, se han registrado 6 mil 965 personas diagnosticadas con hipertensión y mil 84 casos de infarto, de acuerdo con datos del Programa de Enfermedades Cardio-Metabólicas de la Secretaría de Salud estatal.
Las cifras reflejan la persistencia de dos de las principales causas de muerte y discapacidad en la entidad. La hipertensión arterial, muchas veces asintomática, es uno de los factores de riesgo más asociados a los infartos. El problema no solo se mide en términos de estadísticas: cada caso implica hospitalizaciones, tratamientos costosos y familias que enfrentan un impacto directo en su vida cotidiana.
Jorge Páez Norato, responsable del programa, señaló que la prevención es la única estrategia sostenible frente al avance de estas enfermedades. "Se necesita una alimentación equilibrada, actividad física constante, evitar el consumo de tabaco y alcohol, controlar el estrés y vigilar de forma periódica la presión arterial", indicó.
El reto para el sistema de salud es doble: atender a quienes ya enfrentan estas condiciones y, al mismo tiempo, reducir la incidencia de nuevos casos. El aumento de diagnósticos también plantea la necesidad de fortalecer la red de atención primaria, donde deberían detectarse y tratarse los pacientes antes de que lleguen a una emergencia hospitalaria.
Las autoridades sanitarias reconocen que la hipertensión y los infartos no son un problema aislado, sino parte de una tendencia nacional vinculada a estilos de vida sedentarios, dietas con alto contenido en sodio y grasas, además de la falta de revisiones médicas periódicas.
El llamado es directo: quienes ya tienen factores de riesgo ?como antecedentes familiares, sobrepeso o diabetes? deben acudir a revisión médica regular. Prevenir una crisis hipertensiva o un infarto no solo reduce los costos hospitalarios, sino que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
En Durango, el desafío inmediato es contener estas cifras que, a pesar de los esfuerzos institucionales, confirman que la salud cardiovascular sigue siendo una de las principales vulnerabilidades de la población.