En los últimos meses, la ciudad de Durango, capital del estado, ha experimentado un incremento visible y significativo en el número de personas que viven en situación de calle, un fenómeno que ha dejado de ser marginal para convertirse en un desafío social central. Este problema, que constituye la cara más dura de la desigualdad, ha generado una particular preocupación entre las autoridades municipales y organismos de asistencia social. La indigencia se manifiesta como la condición más extrema de exclusión, donde individuos y familias pierden su hogar y se establecen en espacios públicos de la zona metropolitana.
Quienes se ven afectados por esta situación son hombres y mujeres de diversas edades que han perdido todo tipo de vivienda estable. Un diagnóstico realizado a finales de 2023 por el DIF Municipal en conjunto con la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED) estimó que entre 250 y 350 personas habitaban en las calles de la capital. Esta cifra, obtenida mediante registros en albergues, comedores comunitarios y recorridos por puntos específicos, refleja la magnitud del reto. Se estima que para 2025 la cifra podría mantenerse en un nivel similar, lo que indica un problema estructural que persiste.
La forma en que se produce esta situación está directamente relacionada con dos factores críticos: la salud mental y las adicciones. Existe un vínculo creciente y complejo entre la falta de atención en salud mental, el consumo problemático de sustancias ?especialmente el cristal? y la pérdida del hogar. Como lo señalan especialistas, antes se percibía de manera distinta, pero ahora el panorama es más complejo. Las personas en situación de calle enfrentan una combinación de vulnerabilidades que les impiden reintegrarse a la sociedad, viéndose obligadas a vivir en condiciones de alta inseguridad y desprotección.
El momento en que este fenómeno se ha hecho más evidente es a partir de los últimos años, con un punto de medición claro en 2023. El diagnóstico de ese año sirvió para dimensionar oficialmente el problema, y se proyecta que el escenario se mantendrá incierto al menos hasta 2025. La recuperación económica desigual posterior a la pandemia ha dejado atrás a varios sectores de la población, agravando las condiciones que llevan a la indigencia. Esto se combina con un clima de inseguridad general que no cesa, complicando aún más la vida de quienes están en esta situación.
El lugar donde se desarrolla esta problemática es principalmente la zona metropolitana de Durango, con especial concentración en su capital. Ya no se trata de un issue oculto o limitado a áreas marginales, sino de una realidad palpable en el centro de la ciudad y otros puntos urbanos identificados. Aunque las cifras absolutas no son comparables con las de grandes metrópolis del país, la tendencia es considerada alarmante por las autoridades y organizaciones civiles, ya que refleja un deterioro social profundo que requiere de políticas públicas integrales y urgentes que aborden no solo la asistencia inmediata, sino también las causas de fondo como la crisis de salud mental y la falta de oportunidades económicas.