Un devastador precio económico ha revelado el verdadero costo de la negligencia ambiental en México: más de un billón de pesos se esfuman cada año no en desarrollo, sino en pagar los platos rotos de la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía ha puesto números a la catástrofe, mostrando una brecha abismal entre el daño que se causa y los recursos que se destinan para prevenirlo.
El INEGI informó que los costos totales por el agotamiento y la degradación ambiental en el país ascendieron a la astronómica cifra de 1.38 billones de pesos durante el año 2024. Este monto representa el 4.1% del Producto Interno Bruto nacional, una porción significativa de la riqueza del país que se dedica, en esencia, a contabilizar las pérdidas que provoca el mal manejo del entorno.
El mayor responsable de este impacto económico es la degradación ambiental, un rubro donde destacan con sombría notoriedad las emisiones contaminantes al aire. Solo este concepto representó el 2.5% del PIB, evidenciando que el costo de respirar un aire sucio tiene una factura concreta y monumental para la economía nacional.
Frente a este gasto monumental por los daños, la inversión en protección ambiental palidece. Los gastos del sector público en esta materia sumaron 232,882 millones de pesos en el mismo periodo, lo que equivale a apenas el 0.7% del PIB. La mayor parte de estos recursos se destinaron a la protección del aire y el clima, así como a la gestión de recursos hídricos, esfuerzos que resultan claramente insuficientes ante la magnitud del problema.
Esta disparidad genera una fotografía ecológica nacional preocupante. El Producto Interno Neto Ecológico, un indicador que resta los costos ambientales a la riqueza generada, se ubicó en 25.7 billones de pesos, equivalente al 76.6% del PIB tradicional. Esta cifra revela que cuando se contabiliza el desgaste del capital natural, la riqueza real del país es significativamente menor, un recordatorio crudo de que el crecimiento económico a costa del medio ambiente es, en el largo plazo, un espejismo con un precio billonario.