El maíz duranguense, pilar de la identidad y la dieta local, enfrenta una crisis silenciosa que va más allá de los campos de cultivo. Para productores como Francisco, quien también vende elote, la historia es una de promesas rotas y reubicaciones traumáticas que han estrangulado su economía familiar, dejándolos a la deriva con pérdidas sostenidas y un futuro incierto, mientras las autoridades niegan las afectaciones.
La problemática se agudizó tras una reubicación forzosa de los puntos de venta. Francisco relata que, desde que fueron movidos de su ubicación tradicional, "todo cambió en su economía". La clientela habitual los perdió y el flujo de compradores en el nuevo sitio no se comparó, generando una caída libre en sus ingresos. La promesa que acompañó al desplazamiento ?apoyos gubernamentales para la transición? nunca se materializó, dejando a los productores a merced de sus propios cada vez más escasos recursos.
Las cifras del descalabro son concretas y dolorosas. Los productores reportan pérdidas sustanciales en sus ganancias, que pueden alcanzar hasta siete mil pesos mensuales. Esta sangría económica impacta de lleno en el sustento de sus familias, obligándolos a buscar alternativas desesperadas para generar algún ingreso adicional y cubrir gastos básicos que antes solventaban con la venta del elote.
Frente a estas acusaciones, la versión oficial contrasta de manera brutal. El director de Inspectores Municipales, Ubaldo Salazar, negó que la reubicación haya causado afectaciones. Comentó que el espacio que antes ocupaban los vendedores no ha sido utilizado y aseguró que los productores están instalados y operando, una declaración que choca frontalmente con el testimonio de pérdidas y abandono de los afectados.
Ante la insostenibilidad de la situación, la petición de los productores es clara: piden a las autoridades que se les permita regresar al lugar donde anteriormente estaban instalados, pero con mejores condiciones e infraestructura. La desesperación es tal que algunos, como Francisco, consideran ya la amarga opción de migrar a otro estado donde, esperan, su actividad como productores y vendedores de elote sea valorada y reciba el apoyo que en Durango sienten que les ha sido negado, poniendo en riesgo la preservación de este eslabón vital de la cadena alimentaria local.