Un silencioso, pero contundente llamado a la conciencia social se instaló este miércoles en el corazón de Durango. Con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una manifestación pacífica transformó la Plaza Cuarto Centenario en un escenario de denuncia, donde sillas de ruedas y aparatos ortopédicos ocuparon lugares de estacionamiento, no por capricho, sino para evidenciar las barreras físicas y sociales que enfrentan a diario.
La acción simbólica se llevó a cabo este 3 de diciembre. Activistas y personas con discapacidad colocaron deliberadamente sus sillas de ruedas y otros equipos de movilidad en los cajones de estacionamiento alrededor de la plaza, con un propósito claro: visibilizar la lucha constante por espacios que, aunque pintados en el asfalto, son sistemáticamente invadidos por conductores sin consideración.
El mensaje fue directo y dolorosamente tangible. Cada objeto vacío representaba la exclusión y las dificultades que persisten en una sociedad que celebra la inclusión en el discurso, pero que en la práctica sigue fallando. La protesta buscó denunciar lo mucho que aún falta por cumplir para construir una verdadera sociedad incluyente, donde los derechos no sean solo una declaración en el calendario, sino una realidad en las calles.
Entre las principales demandas destacó la crítica a la infraestructura urbana no adecuada. Las banquetas rotas, las rampas inexistentes o mal construidas, los edificios públicos inaccesibles y el transporte público que no considera sus necesidades fueron señalados como muros invisibles que limitan su autonomía y participación plena en la vida comunitaria.
Pero la denuncia fue más allá del concreto y el asfalto. Los manifestantes también apuntaron hacia una falta de conciencia social profunda. El uso indebido de los espacios exclusivos, ya sea por desconocimiento o por simple indiferencia, se reveló como un síntoma de una sociedad que aún no internaliza que la discapacidad no está en la persona, sino en los entornos que no están diseñados para todos. Esta protesta silenciosa de sillas vacías fue, en realidad, un grito alto y claro por un cambio que no puede esperar más.