Caminar por las calles del centro de Durango revela locales que alguna vez brillaron con aromas y mesas llenas, hoy vacíos y con letreros de "se renta". En lo que va del año, la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (CANIRAC) reporta al menos nueve restaurantes que han cerrado sus puertas, reflejo de un panorama económico adverso y de un consumo que no termina de recuperarse.
Algunos de los negocios que bajaron la cortina eran proyectos recientes, mientras que otros llevaban más de una década operando. La salida de Applebee?s, tras 17 años en Paseo Durango, marcó un precedente que encendió las alertas entre los empresarios del ramo. Muchos locales apenas sobreviven en punto de equilibrio, enfrentando caídas de ventas de hasta el 30 % durante la feria local y los meses posteriores.
Durango enfrenta una inflación que en los primeros meses del año superó el 4.4 %, colocándose entre los estados con mayor incremento de precios a nivel nacional. Esto ha encarecido los insumos básicos, desde carne y verduras hasta aceites y gas, afectando directamente la operación diaria de los restaurantes. A ello se suma el aumento de hasta 40 % en las rentas de locales comerciales, especialmente en zonas céntricas, donde algunos espacios ya alcanzan los 30 mil pesos mensuales, cifra que resulta insostenible para pequeños y medianos empresarios.
El cierre de estos establecimientos no solo representa pérdidas económicas, sino también la desaparición de fuentes de empleo. Muchos de los restaurantes cerrados daban trabajo a familias completas que dependían del sector gastronómico. Algunos negocios que aún resisten han tenido que recortar personal o reducir horarios para mantener operaciones, operando con apenas el 50 % de su capacidad entre semana.
El cierre de restaurantes también afecta la vida social de la capital duranguense. Cada local cerrado representa menos opciones gastronómicas, menos puntos de encuentro familiar y menor actividad comercial en su entorno.
Para los restauranteros, la crisis no es momentánea, sino estructural. La combinación de inflación, rentas elevadas, baja afluencia y competencia informal mantiene al sector en una situación crítica. Aunque la temporada decembrina podría traer un respiro, las proyecciones no son optimistas. El reto, es lograr que Durango vuelva a ser una ciudad con "mesas llenas", sin que abrir un restaurante se convierta en un acto de supervivencia.