Durango enfrenta una de las peores crisis agropecuarias de su historia reciente. En 2023, el 40% del territorio estatal sufrió sequía excepcional y el 22% sequía extrema -la condición más grave en 50 años-, con pérdidas económicas devastadoras para el campo. La agricultura perdió más de 1,700 millones de pesos, reduciéndose la siembra a solo el 20% del área habitual, mientras que en la región Lagunera se dejó de cultivar el 75% de los campos, con pérdidas de mil millones de pesos para los productores.
El sector ganadero no fue la excepción: se reportó la muerte de 25,500 a 26,000 cabezas de ganado solo en los primeros meses de 2023, además de ventas forzadas a precios bajos y despoblamiento rural. La producción de maíz y frijol -base de la alimentación duranguense- cayó entre 80% y 90%, obligando a miles de familias campesinas a migrar. Las precipitaciones de ese año apenas alcanzaron el 60% del promedio histórico, dejando un déficit hídrico del -40%.
Ante esta emergencia, en 2024 y 2025 se destinaron más de 200 millones de pesos a programas emergentes que incluyeron la construcción y rehabilitación de 270 bordos de abrevadero. Sin embargo, especialistas coinciden en que estas medidas son insuficientes. "Urge tecnificar el riego, mejorar la captación de agua y coordinar esfuerzos entre gobiernos estatal y federal", señaló un productor de la región.
El panorama para 2025 ofrece cierta esperanza con pronósticos de lluvias más abundantes, pero los daños acumulados requieren soluciones estructurales. La sequía no solo vació los almacenamientos de agua, sino que profundizó la pobreza rural, afectando directamente a 650,000 personas cuyo sustento depende del campo duranguense.
Esta crisis evidenció la vulnerabilidad del sector agropecuario ante el cambio climático. Mientras las lluvias se normalizan, el reto inmediato es implementar tecnología de riego eficiente, sistemas de captación pluvial y cultivos adaptados a condiciones áridas. El campo duranguense clama por una transformación profunda que garantice su sostenibilidad ante los cada vez más frecuentes eventos climáticos extremos. La sequía puede haber disminuido, pero sus efectos perdurarán por años en las comunidades rurales del estado.