Uso de estufas de leña aumenta durante temporada de bajas temperaturas

El descenso de temperatura comienza a sentirse en Durango y con ello también cambia la forma en que muchos hogares buscan mantenerse calientes. En zonas de bajos recursos el uso de fogones de leña y braseros domésticos vuelve a ser común, especialmente en viviendas que no cuentan con calentadores o que no tienen la capacidad económica para pagar el gas LP de forma continua.

Un cilindro de gas de 30 kilos supera los seiscientos pesos y para numerosas familias representa un gasto difícil de cubrir cada vez que se termina. Frente a esa realidad, la leña aparece como la alternativa más accesible. Puede adquirirse a menor costo o incluso recogerse, lo que convierte al fogón en la opción primaria para cocinar o enfrentar el clima frío dentro de casa.

Sin embargo, esta decisión trae consigo riesgos silenciosos. El humo que se genera al quemar leña en espacios reducidos o con poca ventilación puede afectar las vías respiratorias, provocar irritación, tos persistente y complicaciones en personas con enfermedades crónicas. En muchos hogares, el calor se vuelve prioridad inmediata y la salud queda en segundo plano, especialmente cuando el único recurso disponible es el fuego directo.

Durango atraviesa cada invierno estas mismas condiciones. No se trata solo de frío, sino de un reflejo directo de la brecha económica. Mientras algunos hogares encienden calefactores, otros dependen del humo para conservar el calor nocturno. La leña resuelve el momento, pero también expone a quienes la usan a un riesgo constante.

La temporada apenas inicia y la escena se repite: fogones, braseros, mantas y puertas cerradas para retener el calor. Para muchas familias en Durango el invierno no solo es frío, es una prueba más de resistencia.