 
                                    En 2025, México enfrenta uno de los desafíos más significativos en materia de salud pública: garantizar una alimentación adecuada, equilibrada y accesible para toda la población. A pesar de los avances en políticas alimentarias, programas de asistencia y campañas de concientización, persisten problemas estructurales como la desnutrición, el sobrepeso y la obesidad, los cuales coexisten y afectan tanto a zonas rurales como urbanas.

El país mantiene una doble carga de la malnutrición: por un lado, la carencia de nutrientes esenciales en comunidades con menor acceso a alimentos frescos; y por otro, el consumo excesivo de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas, lo que ha contribuido al incremento de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, la hipertensión y las cardiopatías.

Entre los principales retos se encuentran la necesidad de fortalecer la educación alimentaria, promover la soberanía y seguridad alimentaria, y fomentar hábitos saludables desde edades tempranas. Asimismo, es esencial mejorar la infraestructura agrícola y de distribución, apoyar a los productores locales y garantizar que los alimentos nutritivos sean económicamente accesibles.
Sin embargo, también existen oportunidades relevantes. El crecimiento del interés por una alimentación sustentable, el impulso a la agricultura orgánica, y las iniciativas de innovación alimentaria y tecnológica ofrecen un panorama prometedor para transformar los patrones de consumo. Las políticas públicas orientadas al etiquetado frontal, la regulación de la publicidad dirigida a menores y la promoción de entornos alimentarios saludables son pasos firmes hacia un cambio estructural.
En este contexto, la alimentación en México en 2025 representa no solo un desafío sanitario, sino una oportunidad para fortalecer el bienestar social, reducir las brechas de desigualdad y consolidar una cultura alimentaria basada en el respeto por la salud, el medio ambiente y las tradiciones culinarias del país.