México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil, una posición alarmante que refleja una crisis silenciosa que afecta gravemente la salud de niñas, niños y adolescentes. Con una prevalencia del 36.5% en escolares y del 40.4% en adolescentes, las cifras confirman una tendencia creciente que debe ser atendida con urgencia.
La principal causa: una alimentación inadecuada desde edades tempranas, caracterizada por el alto consumo de alimentos ultraprocesados, bebidas azucaradas, grasas saturadas y una alarmante falta de frutas, verduras y actividad física regular.
Más allá de la apariencia física, la obesidad infantil aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, hipertensión, problemas cardíacos e incluso afectaciones psicológicas como baja autoestima o depresión.
Es momento de actuar desde todos los frentes: hogares, escuelas, gobiernos y sociedad civil. Promover una alimentación equilibrada, fomentar el ejercicio físico diario, y regular la publicidad dirigida a menores son pasos esenciales para revertir esta tendencia.
La salud de nuestras infancias no puede esperar. Educar, prevenir y transformar hábitos es una responsabilidad compartida que puede marcar la diferencia para una generación entera.