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Artesanos duranguenses entre innovación digital y búsqueda de reconocimiento justo.

Por: Luis Carlos Bruciaga
Durango
Fecha: 23-07-2025

Los artesanos de Durango enfrentan un panorama complejo donde, pese a haber adoptado nuevas tecnologías y plataformas digitales para comercializar sus productos, continúan lidiando con prácticas de regateo, explotación por intermediarios y falta de valoración económica de su trabajo. Antes limitados a vender en mercados locales o ferias, muchos han migrado a redes sociales como Instagram y WhatsApp, e incluso a marketplaces como Amazon y Tienda FONART, buscando ampliar su alcance. Sin embargo, esta transición no ha solucionado problemas de fondo: la falta de pago justo, el plagio de diseños y la inestabilidad económica persisten, afectando su calidad de vida y poniendo en riesgo la preservación de técnicas artesanales tradicionales.

En 2023, más de 80 artesanos de comunidades indígenas del Mezquital, como Santa María de Ocotán, La Guajolota, Santiago Teneraca y Llano Grande, recibieron apoyos del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART), gestionados en colaboración con el Instituto de Cultura del Estado de Durango (ICED). Estos programas buscaban fortalecer su producción y comercialización, pero los beneficios aún son insuficientes. A principios de 2025, FONART anunció una iniciativa más ambiciosa a nivel nacional, con metas de otorgar 17,000 créditos a tasa cero y capacitar a casi 23,900 artesanos en todo el país. No obstante, en Durango, muchos creadores siguen batallando contra el regateo sistemático, donde compradores ofrecen entre 30% y 50% menos del valor real de las piezas, según testimonios recogidos en redes sociales y comunidades locales.

La venta digital ha abierto nuevas oportunidades, pero también ha expuesto a los artesanos a intermediarios que adquieren sus obras a precios irrisorios para revenderlas con márgenes de ganancia excesivos. Aunque casos exitosos en otras regiones demuestran que la comercialización directa, la certificación artesanal y el apoyo institucional pueden mejorar los ingresos y preservar las tradiciones, en Durango estos mecanismos aún son incipientes. Artesanas y artesanos relatan cómo, pese a dedicar semanas o meses a elaborar una sola pieza, enfrentan ofertas que apenas cubren los costos de materiales, dejándoles poco margen para su sustento.

La situación es particularmente crítica para los artesanos informales, quienes representan un porcentaje significativo del sector. Sin acceso a programas de apoyo o canales de venta protegidos, muchos ven cómo sus diseños son copiados y comercializados sin compensación alguna. Esto no solo mina su economía, sino que desincentiva la transmisión de conocimientos a nuevas generaciones, poniendo en riesgo la continuidad de oficios centenarios.

Urge, por tanto, ampliar y fortalecer las políticas públicas dirigidas a este sector. Además de créditos y capacitaciones, se requieren medidas concretas contra el plagio, campañas de valoración cultural que eduquen a los consumidores sobre el verdadero valor de las artesanías, y plataformas de venta directa que eliminen a los intermediarios. Los artesanos duranguenses han demostrado su capacidad para adaptarse a los cambios tecnológicos; ahora corresponde a instituciones y sociedad garantizar que su trabajo sea justamente remunerado y protegido, no solo como fuente de ingresos, sino como pilar fundamental de la identidad cultural del estado.


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