La tortilla, alimento fundamental en los hogares duranguenses, ha experimentado fluctuaciones significativas en su consumo en los últimos años. Durante las temporadas de calor extremo, como ocurre regularmente en Durango capital, el consumo puede disminuir hasta en un 40%, mientras que en La Laguna la reducción ronda el 10%. Este fenómeno se explica porque la población tiende a preferir alimentos más frescos durante los meses calurosos, aunque el consumo se recupera notablemente con la llegada de las lluvias o el frío.
La pandemia por COVID-19 marcó un punto crítico en este comportamiento. Según datos de la Asociación de la Masa y la Tortilla, en 2021 el consumo diario per cápita cayó drásticamente de 3-4 kg a solo 1 kg. Sin embargo, en 2023 y 2024 se observó una paradoja: pese a la inflación generalizada, el consumo de tortilla aumentó entre las familias de menores ingresos, que la prefirieron como alternativa económica frente a otros alimentos más costosos. No obstante, empresarios locales señalan una tendencia general a la baja en el consumo anual, atribuida a tres factores principales: el incremento en la preferencia por comida chatarra, la mala calidad de algunas tortillas y los cambios generacionales en los hábitos alimenticios.
El precio de la tortilla presenta variaciones significativas según la zona y el establecimiento. En enero de 2022, el kilo se vendía en promedio a 14.50 pesos en tortillerías de la capital duranguense, mientras que en autoservicios el precio era de 12.83 pesos. Para 2023-2024, estos valores aumentaron a 21.75 pesos en tortillerías y entre 13-14 pesos en supermercados. Esta disparidad, sumada a la competencia de productores informales que venden "tortillas pirata", ha generado malestar entre los tortilleros formales, quienes exigen subsidios o apoyos gubernamentales, como maíz a precio preferencial, para mantener la rentabilidad de sus negocios.
Las proyecciones para 2025 no son alentadoras. El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas anticipa que el precio del kilo de tortilla podría alcanzar los 32 pesos en algunas regiones, debido a factores como la sequía, la escasez de maíz blanco, el aumento en los costos de gas y electricidad, y las restricciones comerciales derivadas del T-MEC. Este escenario plantea un desafío tanto para los productores, que enfrentan mayores costos de producción, como para los consumidores, particularmente aquellos de escasos recursos para quienes la tortilla sigue siendo un alimento indispensable.
En Durango, como en el resto de México, la tortilla sigue siendo un termómetro de la economía familiar. Su consumo refleja no solo preferencias alimentarias, sino también la capacidad adquisitiva de la población y las condiciones climáticas de la región. Ante los retos que enfrenta el sector, resulta urgente implementar políticas que equilibren las necesidades de productores y consumidores, garantizando el acceso a este alimento básico mientras se protege la viabilidad de las tortillerías tradicionales.