El programa federal La Escuela es Nuestra continúa operando en Durango como uno de los principales mecanismos de financiamiento directo para planteles públicos, sobre todo en zonas rurales y de alta marginación. Aunque las entregas de recursos han permitido atender necesidades básicas desde techos y sanitarios hasta rehabilitación eléctrica, también persisten dudas sobre la suficiencia de los montos y los procesos de ejecución que recaen en padres de familia y comités escolares.
De acuerdo con información oficial disponible, este año se han distribuido entre 200 mil y 600 mil pesos por plantel, dependiendo del nivel de marginación y el tamaño de cada comunidad. Aunque estas cifras representan un alivio para escuelas con rezagos históricos, directivos y comités han señalado que muchas obras requieren inversiones mayores, especialmente en escuelas que arrastran daños estructurales o carecen de servicios básicos como agua, drenaje o electricidad estable.
Además, algunos planteles han enfrentado complicaciones durante la aplicación del programa: retrasos en depósitos, falta de mano de obra en comunidades alejadas, costos elevados de materiales y dudas sobre cómo rendir cuentas sin conocimientos administrativos. En ciertos casos, las escuelas deben detener obras por falta de presupuesto, lo que prolonga los problemas que buscaban resolver.
A pesar de ello, el programa se mantiene como una de las pocas fuentes directas de recurso para infraestructura escolar en el estado. Sin embargo, sin una estrategia integral de seguimiento y sin montos acordes a las necesidades reales, el impacto podría quedarse corto frente al diagnóstico de deterioro que persiste en decenas de planteles.