El silencio de las autoridades fue roto por el clamor de cientos de voces que este 25 de octubre inundaron las calles de Mazatlán, exigiendo respuestas ante la desaparición de Carlos Emilio Galván y de muchas otras personas cuyas familias viven sumidas en la angustia y la incertidumbre. La marcha, un acto de dolorosa solidaridad, evidenció la creciente frustración de una comunidad que ve cómo los casos se acumulan sin que las instituciones logren ofrecer soluciones concretas o esperanza a quienes enfrentan la peor de las pesadillas: no saber dónde está un ser querido.
La protesta fue encabezada por Brenda Valenzuela, madre de Carlos Emilio, el joven que desapareció el 5 de octubre después de dirigirse al baño de un bar local, un hecho simple que se convirtió en el punto de partida de una tragedia familiar. A su lado, caminaba la hermana de María Cecilia, otra mujer que lleva tres meses sin ser localizada, simbolizando cómo este flagelo no distingue género ni circunstancias. Los manifestantes, unidos por un mismo dolor, son ciudadanos comunes, familias rotas que han transformado su desesperación en una demanda colectiva de justicia.
La forma en que se desarrolló la movilización fue a través de un recorrido pacífico pero cargado de emotividad. Los asistentes portaban fotografías de sus familiares desaparecidos y pancartas con consignas que reclamaban acción inmediata. El objetivo era claro: presionar a las autoridades de todos los niveles de gobierno para que destinen todos los recursos necesarios en la búsqueda e investigación de cada caso. Brenda Valenzuela, con la voz quebrada por la emoción pero firme en su propósito, se refirió directamente a los señalamientos de que estas protestas buscan desprestigiar al puerto, asegurando que esa idea es absolutamente falsa y que su única intención es encontrar a su hijo.
El momento de esta expresión ciudadana fue el viernes 25 de octubre, una fecha que para la familia de Carlos Emilio marcaba tres semanas de una espera agónica sin un solo indicio sobre su paradero. Cada día que pasa sin respuestas profundiza la herida y alimenta la sensación de abandono por parte de las instancias responsables.
El lugar donde se desarrolló esta muestra de unidad y dolor fue la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, un punto clave en el mapa de las desapariciones en México. La marcha no solo recorrió las calles del puerto, sino que logró congregar a personas de diferentes entidades, demostrando que el problema trasciende fronteras estatales. Este acto, más allá de ser una protesta, fue un grito colectivo que resonó para recordar que detrás de cada estadística hay una vida, una familia y una historia interrumpida que clama por ser encontrada. La lucha de Brenda Valenzuela y de todas las familias es una carrera contra el tiempo, una búsqueda donde la única opción no aceptable es rendirse.