Las mujeres artesanas de Durango enfrentan un doble desafío: además de preservar técnicas ancestrales, deben sortear las condiciones de informalidad laboral que afecta al 60.8% de las trabajadoras en el estado. Mientras en otras regiones como Oaxaca, Chiapas e Hidalgo las artesanas se organizan en cooperativas que les permiten vender directamente sus productos y obtener precios justos, en Durango persiste un modelo de trabajo individual y desprotegido, donde muchas operan sin seguridad social ni acceso a mercados formales.
Este contraste se hizo evidente en iniciativas como el encuentro ORIGINAL, impulsado por el gobierno federal en 2023, donde más de 1,000 artesanas de diversos estados lograron visibilizar su trabajo con un presupuesto de 55 millones de pesos. Aunque algunas artesanas duranguenses han tenido participación en ferias nacionales como el "Encuentro de Saberes" en la Ciudad de México en marzo de 2025, donde dos representantes del estado exhibieron morrales, aretes y vestimenta tradicional, estas oportunidades siguen siendo escasas y no resuelven los problemas estructurales que enfrentan en sus comunidades.
A nivel local, esfuerzos como el Mercadito Violeta, organizado por el Instituto Estatal de las Mujeres en marzo de 2025, han permitido que más de 100 emprendedoras y artesanas exhiban y vendan sus productos, fortaleciendo su autonomía económica. Además, el programa municipal de Fomento Económico ofrece créditos sin intereses para grupos de al menos 12 mujeres, con montos entre 4,500 y 6,000 pesos, destinados a actividades como bisutería y confección artesanal. Sin embargo, estos apoyos resultan insuficientes frente a la magnitud de las necesidades.
El principal obstáculo que enfrentan las artesanas duranguenses es la falta de organización colectiva. Sin cooperativas o redes de apoyo sólidas, les resulta difícil competir en mercados más amplios o protegerse contra prácticas abusivas como el regateo y la explotación por intermediarios. Además, la carencia de certificaciones éticas y protección legal las deja vulnerables ante el plagio de diseños y la comercialización injusta de sus creaciones.
Para cambiar esta realidad, se requiere implementar modelos probados en otros estados, donde la formación de cooperativas, el acceso a ferias oficiales y la capacitación en comercialización han demostrado mejorar significativamente las condiciones de vida de las artesanas. Urge también concientizar a las comunidades sobre el valor cultural y económico de estas prácticas, así como crear mecanismos que garanticen precios justos y protección intelectual para sus obras.
Las mujeres artesanas de Durango poseen el talento y la dedicación para transformar su realidad económica. Lo que necesitan son herramientas institucionales que les permitan organizarse, acceder a mercados formales y recibir el reconocimiento que merece su trabajo. Solo así podrán preservar sus tradiciones mientras construyen un futuro más estable y equitativo para ellas y sus familias.