La mayoría de los casos de violencia contra mujeres no se denuncia. Aunque es un problema ampliamente extendido, solo una minoría de las víctimas acude a las autoridades. Se estima que apenas una de cada diez mujeres que ha sufrido algún tipo de violencia busca ayuda, y una proporción aún menor formaliza una denuncia.
Las razones detrás del silencio son múltiples. Muchas mujeres temen represalias por parte del agresor, sobre todo cuando existe una relación cercana o de dependencia. Otras desconfían de las instituciones encargadas de protegerlas, por experiencias previas de impunidad, indiferencia o malos tratos.
Se estima que en el estado de Durango, 69.1% de las mujeres de 15 años o más han experimentado algún tipo de violencia a lo largo de su vida, y 43.1% en los últimos 12 meses. Es importante destacar que estos datos se refieren a la victimización, no a las denuncias formales.
La estigmatización social también influye. Algunas mujeres son señaladas o culpabilizadas por lo ocurrido, lo que las inhibe de hablar o buscar apoyo. En otros casos, persiste la idea de que la violencia debe resolverse en el ámbito privado, lo que perpetúa el aislamiento y el silencio.
El bajo nivel de denuncias tiene consecuencias graves: invisibiliza la magnitud del problema, limita la respuesta institucional y permite que los agresores continúen actuando sin consecuencias.
Expertas y colectivos han señalado la necesidad urgente de fortalecer la atención a víctimas, garantizar protección real y generar confianza en el sistema de justicia. Sin cambios estructurales, muchas mujeres seguirán enfrentando la violencia en silencio, sin acceso a justicia ni condiciones para romper con el ciclo de agresión.