Las enfermedades cardiovasculares continúan representando una de las principales causas de mortalidad en el mundo. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año más de 17 millones de personas fallecen a consecuencia de afecciones relacionadas con el corazón y los vasos sanguíneos, una cifra alarmante que refleja la magnitud de este problema de salud pública.
Además, se estima que para el año 2030 el número de muertes podría ascender a 23 millones 600 mil, consolidando así su impacto en los sistemas de salud globales.
Entre las afecciones más comunes destacan el infarto agudo al miocardio, provocado generalmente por el estrechamiento o bloqueo de las arterias coronarias, lo que impide el flujo adecuado de sangre hacia el corazón. Asimismo, las enfermedades cerebrovasculares, como los derrames o accidentes cerebrovasculares, constituyen una preocupación creciente por sus secuelas debilitantes y alta tasa de mortalidad.
Otro de los factores que contribuyen significativamente al desarrollo de enfermedades cardíacas es la hipertensión arterial, considerada uno de los principales riesgos para sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular. Esta condición, muchas veces asintomática, puede pasar desapercibida durante años, afectando de manera progresiva el sistema cardiovascular.
Ante este panorama, especialistas en salud recomiendan fomentar estilos de vida saludables que incluyan una alimentación equilibrada, actividad física regular, control del estrés y revisiones médicas periódicas, con el fin de prevenir o detectar a tiempo estas enfermedades que, en su mayoría, pueden ser tratadas o controladas de manera eficaz si se abordan de forma oportuna.