Los mercados municipales de La Paz han sido, por décadas, centros vivos de cultura, tradición y economía local. Hoy, tres recintos dan forma a esta identidad comercial: el mercado Francisco I. Madero (fundado en 1920), el mercado Nicolás Bravo (1964) y el mercado Agustín Olachea (1974).
Estos espacios, que han alimentado generaciones con productos frescos y sazón tradicional, albergan actualmente a decenas de locatarios que ofrecen artesanías, zapatos, ropa, frutas, verduras, y platillos típicos como burritos de machaca, pozole y jugos naturales.
Sin embargo, tras la pandemia por Covid-19 y la llegada de grandes cadenas comerciales, los mercados han visto una notoria disminución de clientela, afectando directamente el sustento de muchas familias. Laura García, con más de 34 años en el mercado Madero, comparte la preocupación de muchos: "Conforme nos pusieron las tiendas de establecimiento fijo, tiendas grandes departamentales, hay en decadencia", afirma. "Hay días en que casi nos vamos en blanco? no sé si sea la economía o la falta de solvencia", agrega.
Además de la baja afluencia, los locatarios enfrentan costos elevados por concesión. Según el artículo 38 del Reglamento de los Mercados Públicos Municipales de La Paz, los montos anuales por espacio son: 12 m² = $28,000 pesos 18 m² = $31,000 pesos 24 m² = $42,000 pesos Mientras tanto, en el Mercado Olachea, Juan, cocinero, continúa apostando por el sabor casero: "Los guisos están en $130, milanesas, chiles rellenos? los antojitos desde $30. La orden completa con arroz y frijoles, en $130", comenta.
Aunque reconoce que hay temporadas en que "se llena" ?como en invierno o en vacaciones? también hay otras en las que el mercado queda prácticamente vacío.
Los mercados municipales de La Paz son mucho más que centros de abasto: son espacios de historia, sabor y cercanía humana. A pesar de las dificultades económicas, comerciantes como Laura y Juan siguen luchando por mantener viva la tradición, invitando a la ciudadanía a consumir local y apoyar lo nuestro.