Cómo la alimentación impacta la salud: la crisis en México
Salud

Cómo la alimentación impacta la salud: la crisis en México

Por: Fernanda Rivera
CDMX
Fecha: 04-11-2025

México es reconocido mundialmente por su diversidad culinaria, que combina siglos de historia.


Desde los tamales, moles y guisos tradicionales hasta la amplia variedad de frutas, verduras y hierbas locales, la dieta mexicana ha sustentado generaciones, proporcionando nutrientes esenciales y energía necesaria para la vida diaria.


La alimentación ha sido un reflejo de identidad cultural y territorio, y su riqueza no solo radica en el sabor, sino en los métodos de preparación y conservación que la hacen única.


Sin embargo, en las últimas décadas, los hábitos alimenticios han experimentado una transformación profunda, vinculada al crecimiento urbano, la globalización y la disponibilidad de productos industrializados.


Esta transición ha generado un incremento preocupante en sobrepeso y obesidad, convirtiéndose en una de las principales crisis de salud pública del país. Los cambios culturales y económicos, junto con la influencia de la publicidad, han modificado la percepción de lo que se considera "comida cotidiana", desplazando gradualmente los alimentos tradicionales en la dieta diaria.




La transformación no solo implica nuevos productos, sino un cambio en los patrones de consumo, la comida rápida, los ultraprocesados y las bebidas azucaradas se han vuelto parte de la rutina diaria de millones de mexicanos, afectando la salud física, emocional y social.


Los estilos de vida modernos, caracterizados por jornadas laborales largas y poca actividad física, han contribuido a este fenómeno, alterando la relación histórica que la población tenía con los alimentos frescos y de temporada.


Además, la urbanización acelerada ha limitado el acceso a espacios para cultivar o comprar productos frescos, mientras que la proliferación de tiendas de conveniencia facilita la adquisición de alimentos procesados.


Esto ha generado un círculo vicioso donde la alimentación industrializada se vuelve más accesible y atractiva, especialmente entre niños y jóvenes, quienes incorporan hábitos poco saludables desde edades tempranas.


Hábitos alimenticios tradicionales y desafíos actuales




Según la Secretaría de Bienestar, la dieta mexicana tradicional se basa en la combinación de cereales, legumbres, verduras, frutas y proteínas de origen animal, acompañadas de técnicas culinarias ancestrales como la nixtamalización del maíz, que mejora la disponibilidad de calcio y otros nutrientes esenciales. 


Platillos como frijoles con nopales, guisados con verduras y salsas elaboradas con chiles secos son ejemplos de cómo los ingredientes nativos fueron aprovechados para mantener un equilibrio nutricional natural. 




A pesar de estos beneficios, la entrada de alimentos ultraprocesados ha cambiado radicalmente la dieta. 


Botanas, frituras y bebidas azucaradas se han integrado de manera cotidiana en la alimentación de millones de personas, desplazando gradualmente los alimentos frescos y los guisos caseros. 


Este fenómeno se refleja de manera alarmante en México: según la Organización Mundial de la Salud, el país se encuentra entre los más afectados de la región por obesidad en adultos, una condición que ahora impacta a casi 4 de cada 10 mexicanos mayores de 18 años. 


La OMS señala que, a nivel global, 16?% de los adultos viven con obesidad, pero México supera ampliamente este promedio. 


La situación infantil en México también es alarmante. Según la Revista Médica del IMSS, 1 de cada 3 escolares de 5 a 11 años presenta sobrepeso u obesidad, convirtiéndose en una de las principales preocupaciones de salud pública. 


Este padecimiento en la infancia no solo afecta el crecimiento y desarrollo, sino que también se asocia con un mayor riesgo de complicaciones metabólicas en la edad adulta, como diabetes y enfermedades cardiovasculares. 




Un aspecto crítico es la exposición temprana de niños y adolescentes a azúcares y grasas saturadas. 


Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), casi 2 de cada 3 niños y jóvenes consumen más azúcar de la que se recomienda, obteniendo más del 10% de su energía diaria de azúcares añadidos, mucho más de lo que aconseja la Organización Mundial de la Salud. 




Este patrón alimenticio, acompañado de sedentarismo, aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas a edades cada vez más tempranas. 


El impacto de estos cambios trasciende la salud física. Problemas como la ansiedad, la depresión y la baja autoestima están asociados con la obesidad, afectando la calidad de vida y el desarrollo social de millones de personas. 


La alimentación se convierte así en un factor integral, que influye en la salud emocional, social y cultural de la población. 


Consecuencias físicas y emocionales del sobrepeso 




La obesidad tiene múltiples repercusiones físicas. 


Aumenta el riesgo de apnea del sueño, problemas respiratorios, dolor articular, hígado graso y reflujo gastrointestinal. La movilidad se ve limitada y las actividades cotidianas pueden volverse más difíciles. 


A nivel emocional, las personas con obesidad enfrentan discriminación, baja autoestima y mayor riesgo de depresión y ansiedad. En el caso de los niños y adolescentes, el estigma en la escuela y la presión social pueden afectar su desarrollo social y académico. 




Según la Ensanut 2020-2023, el 41.1% de los adolescentes presentan sobrepeso u obesidad, y un tercio de los adultos con diabetes tipo 2 experimentó exceso de peso desde la infancia. Esto evidencia la importancia de inculcar hábitos saludables desde edades tempranas. 


La obesidad también aumenta la vulnerabilidad frente a enfermedades infecciosas, como COVID-19 e influenza, y puede complicar tratamientos médicos, reforzando la necesidad de medidas preventivas a nivel nacional. 




El sobrepeso y la obesidad también están ligados a factores socioeconómicos. 


Las familias de bajos ingresos suelen tener acceso limitado a alimentos frescos y nutritivos, mientras los ultraprocesados son más accesibles y económicos, perpetuando un círculo de riesgo en generaciones más jóvenes. 


Estrategias y recomendaciones para una alimentación saludable 




Afortunadamente, existen estrategias claras para revertir estas tendencias. 


Incorporar diariamente verduras, frutas, leguminosas, cereales integrales y frutos secos puede mejorar la nutrición familiar y prevenir enfermedades crónicas. 


La forma de cocinar es crucial; preparar alimentos al vapor, hervidos o asados, en lugar de fritos, reduce la ingesta calórica y conserva los nutrientes. Además, respetar horarios de comida y no saltarse alimentos principales ayuda a controlar el apetito y a mantener un peso saludable. 




Programas sociales como Prospera, Diconsa, Liconsa y Comedores Comunitarios buscan garantizar alimentos nutritivos a familias de bajos recursos y fomentar hábitos saludables. La educación sobre nutrición y la disponibilidad de opciones frescas son herramientas esenciales para combatir la obesidad. 


El resurgimiento de la dieta de la milpa y la promoción de productos locales y orgánicos reflejan un interés creciente por opciones más saludables y sostenibles. Estos hábitos no solo benefician la salud, sino también al medio ambiente. 




La actividad física diaria es otro componente indispensable. Incorporar caminatas, ejercicio en casa o deportes contribuye al control del peso y a la mejora de la salud cardiovascular y mental. 




México enfrenta un desafío urgente de salud pública que exige atención inmediata y sostenida. 


La obesidad y el sobrepeso afectan a millones de personas y representan un riesgo creciente para la calidad de vida, con implicaciones en la salud física, emocional y social. Reconectar con la tradición alimentaria y rescatar los hábitos de la dieta mexicana puede convertirse en un aliado fundamental. 


Adoptar cambios simples y sostenibles, como consumir más frutas, verduras y leguminosas, reducir el consumo de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, y fomentar la actividad física diaria, es clave para revertir esta crisis. 


La educación nutricional desde la infancia y la promoción de políticas públicas que faciliten el acceso a alimentos frescos y saludables serán determinantes para garantizar un futuro más saludable. 


México tiene la oportunidad de transformar su relación con la comida, proteger a sus nuevas generaciones y construir una sociedad más consciente y saludable. 


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