"Ándele seño, busca lugar, aquí dejenos su carro, nosotros se lo cuidamos?"
La frase es ya parte del paisaje sonoro del Valle de Toluca. Es común escucharla a cualquier hora, en prácticamente cualquier zona con alta afluencia vehicular. Son los llamados viene-viene o franeleros, personajes tan cotidianos que ya forman parte de la dinámica urbana, pero también de un problema creciente, complejo y que avanza ante la vista de todos.
Estos operadores informales de estacionamiento se encuentran en todos lados: bodas, conciertos, mercados, eventos deportivos e incluso actos políticos y movilizaciones sociales. Son más numerosos de lo que uno se imagina.

De acuerdo con Thelma Jacinto Sánchez, presidenta de la Asociación de Estacionamientos del Valle de Toluca, los estacionamientos reglamentados en la capital mexiquense han visto una disminución de hasta un 50% en sus ingresos debido a la presencia imperante de los franeleros. La competencia desleal no sólo implica una merma económica, sino también una pérdida de seguridad y orden en el uso de la vía pública.
Lejos de ser una actividad desordenada y espontánea, el fenómeno ha crecido hasta convertirse en una estructura con jerarquías y disputas territoriales. El estacionamiento en vía pública es un botín, y el pavimento se ha convertido en territorio con dueño.
De esta manera, los franeleros han convertido una necesidad urbana en un negocio inmediato y rentable.