Día de Muertos, una tradición mexicana que perdura

Por: Ruth Sánchez Medina
Ixtapa Zihuatanejo
Fecha: 03-11-2025


Entre aromas de cempasúchil, velas encendidas y el murmullo de las oraciones, los panteones del país se llenan de vida cada 1 y 2 de noviembre. Familias enteras acuden desde temprano para limpiar las tumbas, colocar coronas frescas y rendir homenaje a sus seres queridos, en una de las tradiciones más significativas de México: el Día de Muertos.

En Zihuatanejo, como en muchos rincones de Guerrero, los cementerios se visten de color. Los pasillos se llenan de vendedores de flores, pan de muerto, veladoras y copal, mientras las familias llegan cargadas con cubetas de agua, escobas y flores de cempasúchil. Algunos llevan música, otros comida, pero todos comparten el mismo propósito: recordar con amor a quienes se adelantaron.

El altar, corazón de esta celebración, también se levanta en los hogares. Con fotografías, papel picado, calaveritas de azúcar y los platillos favoritos del difunto, las familias buscan abrir un puente simbólico entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Cada elemento tiene un significado: la flor guía el camino de las almas, las velas iluminan su paso, el agua calma su sed y la sal purifica el alma.

Las coronas, tejidas con flores naturales o artificiales, son parte esencial de este ritual. Más que adornos, representan la continuidad de la vida y el respeto eterno a la memoria. En los panteones, su presencia convierte cada tumba en un jardín de recuerdos, donde el colorido sustituye la tristeza por gratitud y esperanza.

Así, entre el olor a incienso y los sonidos de guitarras y risas, el Día de Muertos se mantiene vivo. No es una despedida, sino un reencuentro anual con aquellos que nunca se van del todo, porque siguen habitando en el corazón de sus familias y en la memoria colectiva de México.

 


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