Lo que parecía una obra común en uno de los corredores más transitados de la Ciudad de México se convirtió en una ventana al pasado
Tras la denuncia del hallazgo de restos humanos en un predio ubicado en Paseo de la Reforma No. 159, en la colonia Guerrero, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) acudió al lugar y confirmó que las osamentas pertenecen al antiguo panteón de Santa Paula, que funcionó entre 1786 y 1871.
Según el arqueólogo Salvador Pulido Méndez, titular de la Dirección de Salvamento Arqueológico, no es la primera vez que se descubren vestigios en esta zona.
Entre 2014 y 2015 ya se habían recuperado 365 esqueletos completos como parte de una solicitud de obra que activó un trabajo arqueológico formal.
La reciente verificación mostró más restos humanos mezclados en la tierra removida, aunque, al haber sido desplazados, han perdido su contexto original, lo que limita lo que puede aprenderse de ellos
Sin embargo, la historia sigue viva bajo la superficie: se han hallado ataúdes, cruces metálicas, botones, anillos y hasta fragmentos de cerámica virreinal y prehispánica.
Todo apunta a que el cementerio fue construido sobre un antiguo asentamiento indígena, lo que añade otra capa a la historia.
Lo que se ha encontrado no son solo esqueletos, sino pistas sobre cómo se vivía, se moría y se despedía a los seres queridos en una ciudad que crecía, cambiaba y se modernizaba.
Pulido Méndez explicó que los restos corresponden a hombres y mujeres de distintas edades, lo que los convierte en un reflejo de la composición social de la época
El INAH ya está en contacto con la empresa constructora para organizar una nueva etapa de excavaciones, que permita explorar las zonas aún sin intervenir y evitar daños a los vestigios restantes.
La expectativa es encontrar más restos humanos en posición anatómica, así como los objetos con los que fueron enterrados.
Porque debajo del concreto, la ciudad guarda historias que no aparecen en los mapas, pero que siguen hablando de nosotros.