Antes de hablar de leyes, diagnósticos o talleres internacionales, basta escuchar a las mujeres afectadas: la violencia digital no solo ocurre en una pantalla
Aísla, intimida y limita la participación comunitaria de quienes ya enfrentan desigualdades históricas. Es un problema que avanza sin freno y que afecta de forma desproporcionada a las mujeres indígenas en América Latina.
Lideresas presentes en el taller "Violencia digital contra las mujeres indigenas en América Lartina", señalaron que el acoso virtual, las amenazas, la difusión no consentida de imágenes y la manipulación informativa terminan por erosionar la salud mental y la vida cotidiana.
En palabras de la lideresa maya Iris Brito, esta violencia "silencia y encierra" a mujeres que viven en territorios donde el acceso a educación y alfabetización digital sigue siendo limitado.

El resultado es una combinación peligrosa: menos participación pública, más miedo, más aislamiento.
Voces que explican un problema estructural
Las defensoras indígenas que participaron -entre ellas Ercilia Castañeda (Ecuador), Elisa Loncon (Chile) y Ruth Alipaz (Bolivia)- coincidieron en que esta violencia es inseparable del racismo, el patriarcado y la falta de reconocimiento político de los pueblos originarios.
El entorno digital, señalaron, replica y amplifica la discriminación que ya existe fuera de línea, pero con un alcance mucho mayor y con estructuras institucionales que todavía no entienden ni atienden sus necesidades culturales y lingüísticas.
Barreras que agravan la desigualdad
El acceso desigual a internet, la falta de dispositivos, la ausencia de protocolos claros y la escasez de mecanismos de denuncia efectivos son obstáculos centrales.
Muchas mujeres, afirmaron las panelistas, ni siquiera pueden documentar las agresiones por falta de señal o de equipos, lo que convierte la violencia digital en un círculo difícil de romper.

Este rezago tecnológico es, en sí mismo, otra forma de exclusión.
Respuestas que nacen en la comunidad
Pese al escenario adverso, varias iniciativas surgen desde las propias comunidades: redes de apoyo entre mujeres, procesos formativos feministas e interculturales, fortalecimiento del liderazgo indígena y prácticas espirituales que funcionan como sostén emocional y colectivo.
Estas estrategias fueron compartidas como ejemplos de resistencia cotidiana y como rutas posibles para reconstruir espacios digitales seguros.
Solo al final del encuentro -organizado por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en el marco de los 16 días de activismo- se abordaron los desafíos institucionales:

Representantes de Naciones Unidas reiteraron su disposición a acompañar procesos de formación, visibilizar soluciones comunitarias y fortalecer alianzas regionales. Pero insistieron: cualquier acción efectiva debe partir del reconocimiento de la autonomía y las voces de las propias mujeres indígenas