El 30 de septiembre de 1976, el huracán Liza, de categoría 4, impactó con fuerza devastadora a Baja California Sur, dejando una huella imborrable en la memoria de sus habitantes. La capital del estado fue arrasada por vientos que superaron los 250 kilómetros por hora y por lluvias torrenciales que alcanzaron los 400 milímetros en un solo día, provocando destrucción y muerte y marcando profundamente a la población sudcaliforniana.
Sealtiel Enciso Pérez, historiador, recuerda con claridad el miedo vivido durante esa noche cuando apenas tenía siete años y narró que toda la noche su madre los mantuvo a él y a sus dos hermanos dentro del baño de la casa .
"Era el lugar más seguro en el centro del hogar, fue en ese lugar donde mejor estuvimos protegidos y resguardados".
Explicó que el desbordamiento del arroyo El Cajoncito rompió los muros de contención y arrastró a las personas que habitaban en su cauce.
"Al menos ocho colonias, incluyendo Loma Obrera, Lázaro Cárdenas, 20 de Noviembre, Benito Juárez, La Rinconada, Adolfo Ruiz Cortínez, Emiliano Zapata e Infonavit, quedaron bajo el agua y se calcula que 22 mil personas resultaron damnificadas"
Camiones de volteo transportaban los cuerpos hallados en los arroyos hacia la cancha del estadio Guaycura, habilitada como anfiteatro improvisado. La tragedia se vio agravada por la inexistencia de un sistema formal de Protección Civil en Baja California Sur y en México, situación que dejaba a la población sin protocolos de emergencia ni asistencia organizada.
El comandante de Bomberos del Centenario, Carlos Alfredo Godínez León, recordó que en aquellos años no existía un sistema organizado de Protección Civil ni en el estado ni en el país y que la autoprotección dependía del conocimiento que tenían las comunidades sobre su entorno y los riesgos naturales.
"El conocimiento que se tenía aquí de la autoprotección era necesariamente por el conocimiento que se tenía de la región de nuestras gentes originales"
La comparación con el huracán Odile ocurrido en 2014 resulta inevitable. Odile golpeó el sur del estado y dejó al municipio de Los Cabos sin electricidad ni agua potable durante varios días, además de causar graves daños a la infraestructura eléctrica.
A diferencia de Liza, Odile no cobró vidas, pero puso nuevamente de manifiesto la vulnerabilidad de la región frente a fenómenos naturales y la importancia de mantener sistemas de protección civil efectivos.
A 49 años del paso de Liza, la memoria de las víctimas continúa viva en Baja California Sur como un llamado permanente a la conciencia colectiva y a la responsabilidad de autoridades y ciudadanos ante la amenaza de nuevos huracanes.