La deshumanización de la sociedad mexicana es un espejo roto donde los pedazos se pueden pegar, las organizaciones católicas trabajan arduamente para resarcir el impacto de la descomposición social.
En las últimas décadas, México ha sido testigo de una transformación social profunda, marcada por una creciente deshumanización.
Este fenómeno, que se manifiesta en la indiferencia ante el dolor ajeno, la normalización de la violencia y la pérdida de valores comunitarios.
Asesinatos, feminicidios, linchamientos públicos, y desapariciones forzadas ya no sorprenden a la gente.
El horror ha dejado de conmover, en los espacios noticiosos la muerte se reporta con total normalidad cotidiana, casi como si fuera parte natural del paisaje urbano.
En el país más del 40% de la población vive en condiciones de pobreza.
La desigualdad extrema ha fragmentado a la sociedad en burbujas en los que tienen y en los que no.
Hoy en las grandes ciudades, es común ver personas en condición de calle y ante esto lo verdaderamente alarmante es la indiferencia de los transeúntes.
El auge de las redes sociales ha convertido a muchos en espectadores de tragedias ajenas. Videos de violencia, agresiones, abusos o humillaciones circulan con facilidad. En lugar de indignación, provocan risas, comentarios frívolos o indiferencia.
A esto se suma la falta de confianza en las autoridades. La corrupción, la impunidad y la negligencia institucional han provocado que muchos ciudadanos opten por la apatía o el "sálvese quien pueda". Sin justicia ni castigo, los actos inhumanos se repiten y se perpetúan.
La deshumanización no es solo un problema cultural, es también político, cuando el Estado falla en proteger la dignidad humana, la sociedad entera se desmorona.
A pesar del panorama sombrío, existen focos de resistencia. Colectivos de búsqueda de desaparecidos, organizaciones de derechos humanos, voluntarios que ayudan a migrantes, comunidades indígenas que luchan por su territorio... son ejemplos vivos de que la humanidad no está perdida del todo.
La clave, dicen expertos, está en reconstruir el tejido social desde lo más básico: la empatía, el respeto, la solidaridad.