En esta nueva era de tecnología e inteligencia artificial que comienza a aplicarse en todos los sectores productivos del campo da como resultado la forma en que se cultivan y gestionan los recursos agrícolas, mejorando la productividad, sostenibilidad y la eficiencia con las principales tecnologías utilizadas actualmente.
Estas tecnologías son implementadas por drones agrícolas los cuales capturan imágenes aéreas de cultivos para detectar problemas como plagas, enfermedades o estrés hídrico, planificar cosechas y monitorear grandes extensiones de tierra de forma eficiente y los robots ya que pueden sembrar, deshierbar o cosechar cultivos automáticamente y eso reduce costos, mejora el rendimiento y minimiza el impacto ambiental.
De acuerdo a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural en México, la actividad agrícola, durante 2023 se mantuvo en el mismo nivel del año anterior con una producción de alimentos de 299 millones de toneladas, lo que represento una disminución de 0.3% debido a las condiciones de sequía observadas en casi todo el territorio nacional y en el 2024 se estimó una producción agropecuaria y pesquera de 293.2 millones de toneladas 1.9% menos que lo logrado en el año anterior, derivado, nuevamente a las condiciones climáticas.
Por otro lado, la tecnología puede y está llegando a los productores tradicionales, aunque con ciertos desafíos y adaptaciones, por lo que los cultivos tradicionales pueden beneficiarse significativamente de la tecnología sin perder su identidad ni prácticas ancestrales mediante una mayor productividad sin perder identidad cultural, conservación del suelo, recursos naturales, adaptación al cambio climático y mayor valor en el mercado, aunque también enfrentándose a los desafíos como el acceso a internet, electricidad, costo inicial de algunas tecnologías, resistencia al cambio o desconfianza y necesidad de capacitación técnica.
Por último, la tecnología puede integrarse con el conocimiento tradicional, no para sustituirlo, sino para potenciarlo y hacerlo más sostenible y la clave está en adaptar las herramientas tecnológicas al contexto local, con respeto por la cultura, el medioambiente y la soberanía alimentaria.