El encarecimiento de destinos turísticos mexicanos revela un mal más profundo: la preferencia por lo extranjero y el desplazamiento de lo local
Vacacionar suele asociarse con descanso, diversión y la oportunidad de escapar de la rutina: el tráfico, el trabajo y las obligaciones que agobian día a día. Ahora imagina que ahorras con meses de anticipación para recorrer México y decides visitar una de sus playas más comentadas y mejor valoradas.
Llegas emocionado hasta que te topas con lo que parece un problema: el transporte del aeropuerto al centro cuesta 1,500 pesos y, casi de inmediato, notas que no es solo eso; todo está inflado. Restaurantes, tours y hasta un simple helado siguen precios que parecen imposibles. Has entrado en "el otro México", donde los costos se calculan en dólares y los turistas extranjeros reciben trato preferencial.
En Tulum, por ejemplo, varias usuarias y usuarios en redes sociales contaron que al intentar pagar 250 pesos por un helado, el encargado respondió: "estamos dolarizados". Tres tacos por 200 pesos, tres quesadillas con guacamole también por 200? y así. Este comportamiento no solo es un golpe al bolsillo, sino un reflejo de cómo el malinchismo se filtra incluso en lugares turísticos.
Y aunque en parte se trata de una cuestión de costos, la opinión de los ciudadanos en redes sociales señala otros problemas: la privatización de playas, que no te permitan llevar tu propia comida para consumirla allí y que te menosprecien por tu aspecto.
El problema no es solo el dinero: detrás de estos precios está el malinchismo, esa costumbre de valorar más lo extranjero que lo mexicano. Por eso, en muchos destinos, el turista nacional termina sintiéndose como un visitante de segunda en su propio país
San Miguel: entre el encanto y la exclusión
San Miguel de Allende se ha convertido en símbolo de ese equilibrio roto entre belleza y pertenencia. Su encanto colonial, su vida artística y su título como Patrimonio de la Humanidad la posicionan como una joya del turismo mexicano, pero también como uno de los destinos más gentrificados.
El reconocimiento como la "Mejor Ciudad Pequeña del Mundo" por los Condé Nast Traveler Reader´s Choice Awards 2025 aumentó su visibilidad internacional y, con ello, los precios. En restaurantes que se autodenominan "fondas gourmet", un pan con aguacate puede costar 170 pesos y unas fajitas 400. Lo que para el visitante extranjero es asequible, para muchos mexicanos representa lujo.
Las redes sociales reflejan posturas encontradas. "Sí está caro, entiendo a los que dicen que ya está muy "Whitexican", pero vale la pena", comenta una usuaria. Otro agrega: "Los terrenos los compran extranjeros y luego los revenden inalcanzables para los locales, desplazando pueblos enteros."
El INEGI estima que uno de cada diez habitantes de San Miguel es extranjero, principalmente estadounidense. Eso equivale a unas 10 mil personas, más de la mitad de toda la población de Guanajuato capital.
El cambio se percibe en la gastronomía, en la oferta inmobiliaria y hasta en el idioma que domina las calles del centro
Guanajuato, ¿en camino a convertirse en el nuevo San Miguel?
Guanajuato capital comparte con San Miguel ese magnetismo colonial que combina historia, color y tradición.
Es famosa por sus callejones empedrados, sus túneles subterráneos, sus iglesias barrocas y el ambiente cultural que cada año revive con el Festival Internacional Cervantino. Sin embargo, en los últimos años, la ciudad ha comenzado a transformarse a un ritmo que preocupa tanto a locales como a especialistas en turismo.
Durante mucho tiempo, Guanajuato fue un destino estudiantil y familiar, con una oferta accesible: hospedajes económicos, comida casera y recorridos populares. Pero hoy, esa versión tradicional convive con una nueva cara: cafeterías minimalistas, galerías para el turismo extranjero y departamentos en renta que se anuncian más en inglés que en español.
Un recorrido por el centro histórico muestra cómo ha cambiado el consumo. En lugares donde antes predominaban los mercados o fondas familiares, ahora abundan los restaurantes de concepto y los bares temáticos con precios que duplican o triplican el promedio local
De acuerdo con datos de Numbeo, el costo promedio de una comida completa en restaurante turístico ronda los 300 pesos por persona, mientras que un menú básico o de comida rápida cuesta entre 150 y 200 pesos. Aunque sigue siendo más barato que San Miguel o Tulum, la tendencia apunta al alza.
La percepción ciudadana también ha cambiado. En 2018, el entonces alcalde Alejandro Navarro declaró: "Todos son bienvenidos en Guanajuato, pero queremos un perfil de visitante con mayor capacidad económica."
La frase provocó una ola de críticas en redes sociales por considerarse clasista, pero también reveló un cambio de visión sobre el turismo: privilegiar al visitante con más poder adquisitivo por encima del turista nacional promedio.
Además, el auge del turismo extranjero -impulsado por influencers, festivales internacionales y el atractivo fotográfico de sus calles- ha modificado las dinámicas locales. Comerciantes reportan que las rentas de locales se han disparado en un 60%
¿Qué hace México para equilibrar el turismo?
El Programa Sectorial de Turismo "PROSECTUR 2025-2030", publicado en septiembre de 2025, busca revertir esa tendencia con incentivos al turismo nacional.
Entre sus medidas están la gratuidad en museos y zonas arqueológicas ciertos días para visitantes mexicanos, la creación de cuponeras de descuentos y pasaportes turísticos locales.
Por ejemplo, el Museo Nacional de Antropología, que cobra 90 pesos de lunes a sábado, pero ofrece entrada gratuita los domingos a mexicanos.
Pequeños gestos que buscan revalorar el turismo interno, aunque la desigualdad de precios y percepciones aún persista.
Países como Tailandia, Italia o China aplican tarifas diferenciadas o subsidios para residentes, buscando proteger su identidad turística. México podría mirar en esa dirección: fomentar la inclusión sin cerrar la puerta al mundo
Alternativas más accesibles
México aún ofrece destinos con encanto y autenticidad sin costos desbordados:
Estos lugares demuestran que no hace falta pagar en dólares para vivir la riqueza cultural del país
Un país que debe valorarse a sí mismo
El turismo refleja quiénes somos y cómo nos valoramos. Cuando un mexicano no puede costear visitar su propio patrimonio, el problema va más allá del dinero: es una cuestión de identidad.
Valorar lo propio no implica excluir lo extranjero. Significa recordar que el verdadero lujo de viajar en México está en reconocerlo como nuestro -no como un escaparate medido en dólares-.
Mientras destinos como Tulum, San Miguel o Guanajuato se reinventan para el visitante global, el desafío será mantener algo esencial: que el país siga siendo también hogar para quienes lo habitan y lo recorren desde adentro