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Protestas en México: ¿Visibilidad o soluciones reales para la sociedad?
Sociales

Protestas en México: ¿Visibilidad o soluciones reales para la sociedad?

Por: Fernanda Rivera
CDMX
Fecha: 22-10-2025

Las protestas y manifestaciones forman parte del lenguaje social de cualquier país democrático.


Con las recientes movilizaciones en México, como las marchas por los 43 de Ayotzinapa, las protestas contra la gentrificación en la Ciudad de México y los bloqueos carreteros realizados por agricultores, se refleja cómo los ciudadanos buscan expresar sus demandas y defender derechos frente a decisiones que consideran injustas.


A lo largo de la historia, salir a las calles ha sido un símbolo de unión, coraje y esperanza. Sin embargo, marchar no siempre basta para transformar la realidad.


Aunque muchas movilizaciones han logrado cambios importantes, otras se han quedado en el intento, generando frustración o incluso conflictos que agravan la situación.




Comprender las causas, la organización y los efectos de las protestas ayuda a dimensionar su papel en la sociedad, no se trata solo de gritar consignas, sino de planear, coordinar y comunicar de manera responsable.


Una protesta mal organizada puede perder su propósito o volverse peligrosa, mientras que una bien estructurada tiene el poder de abrir caminos hacia la justicia y el diálogo.


En México, donde la movilización social es parte de la historia nacional, las manifestaciones siguen siendo un reflejo de las tensiones, esperanzas y desigualdades que atraviesan al país.


Tipos de manifestaciones




Según Amnistía Internacional, las manifestaciones pueden adoptar diversas formas, dependiendo del objetivo, del contexto y de los recursos disponibles.


Existen principalmente tres tipos: las marchas y plantones, las huelgas y bloqueos, y las manifestaciones simbólicas o virtuales.


  • Marchas y plantones




Las marchas y plantones son las formas más comunes de manifestación. Implican la reunión de personas en calles, plazas o espacios públicos para expresar una demanda colectiva. Estas movilizaciones suelen ser pacíficas y buscan visibilizar una causa, captar la atención mediática y sensibilizar a la sociedad. Su fuerza radica en el número de participantes y en la persistencia de su mensaje.


  • Huelgas y bloqueos




Las huelgas y bloqueos, incluyendo los bloqueos de carreteras realizados por distintos sectores como agricultores y maestros, van un paso más allá al afectar servicios o actividades económicas. Estas acciones generan presión inmediata, pero también pueden causar conflictos o sanciones si se extienden o se realizan sin los permisos necesarios. Aunque en ocasiones logran respuestas más rápidas, el costo social y económico puede ser alto si no se manejan con responsabilidad.


  • Manifestaciones simbólicas o virtuales




En tiempos recientes, también han cobrado relevancia las manifestaciones simbólicas o virtuales. Son aquellas que no implican la presencia física de las personas, pero sí expresan apoyo o rechazo mediante pancartas digitales, videos, hashtags o performances. Estas protestas deben gozar del mismo reconocimiento y protección que las presenciales, ya que amplían el alcance del activismo y permiten la participación de quienes no pueden salir a las calles.


Organización y logística




La efectividad de una protesta no depende solo del número de participantes, sino de su planeación y logística.


Según Amnistía Internacional, organizar una movilización requiere cumplir requisitos legales, coordinar con autoridades, definir rutas seguras y establecer estrategias de comunicación claras que unifiquen el mensaje de los participantes.


También implica contar con personal para seguridad interna, brigadas de primeros auxilios, recursos materiales y protocolos frente a posibles incidentes.


La falta de planificación puede derivar en enfrentamientos, sanciones o desvirtuar la causa, ya que los medios suelen enfocar la cobertura en daños en lugar de en el mensaje.




Según el Gobierno de la Ciudad de México, el papel del Estado es fundamental: las autoridades deben facilitar y proteger la protesta pacífica, proporcionando apoyo logístico, gestionando el tráfico y garantizando seguridad, siempre privilegiando el diálogo y la negociación sobre el uso de la fuerza.


La policía debe actuar con legalidad, profesionalismo y proporcionalidad, evitando armas letales y detenciones arbitrarias.


La coordinación incluye notificar a las autoridades sobre itinerario, número de participantes, hora y lugar de concentración, trámite que no constituye permiso obligatorio, pero permite garantizar seguridad y protección de los manifestantes.




Además, se debe comunicar a la ciudadanía los posibles impactos en la movilidad y actividad económica, y establecer medidas preventivas ante posibles confrontaciones, como rutas de evacuación y zonas de separación.


Finalmente, una manifestación bien organizada equilibra visibilidad y presión social con responsabilidad, aumentando la conciencia pública, fortaleciendo los lazos comunitarios y ejerciendo presión sobre autoridades.


Por el contrario, la falta de planificación o tácticas extremas puede generar desconfianza, erosión del apoyo social y consecuencias legales, disminuyendo el impacto del movimiento.


Impacto y consecuencias




Las protestas cumplen un papel social fundamental, ya que permiten que las personas expresen su descontento, visibilicen injusticias y exijan cambios.


Entre los efectos positivos más evidentes se encuentran la visibilización de problemas que antes pasaban desapercibidos, la presión hacia autoridades para actuar en temas de derechos humanos o políticas públicas, y, en algunos casos, la creación o modificación de leyes.


Además, las movilizaciones pueden fortalecer el capital social, generando redes de apoyo comunitario y aumentando la confianza entre ciudadanos para participar en decisiones colectivas.




Sin embargo, los resultados no siempre son inmediatos ni uniformes. Según el artículo de Amnistía Internacional y el estudio de Stanford Social Innovation Review, las protestas pueden generar efectos negativos cuando se tornan violentas o afectan a terceros.


Entre ellos se incluyen daños económicos, confrontaciones, vandalismo, polarización social y desgaste de la causa, incluso provocando que el público se identifique menos con el movimiento.




En México, estas repercusiones económicas también son evidentes. De acuerdo con la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de la Ciudad de México, durante el primer semestre de 2025 las manifestaciones provocaron 350 millones de pesos en ventas no realizadas y más de 20 millones en daños materiales a comercios.


Entre las movilizaciones con mayores afectaciones se encontraron las de Ayotzinapa, colectivos feministas, la CNTE y protestas contra la gentrificación. La Cámara de Comercio reconoció el derecho a la protesta, pero subrayó la necesidad de equilibrar la movilización social con la protección de empleos, la economía local y la imagen turística de la ciudad.




En México, la historia ofrece ejemplos de ambos escenarios.


Las protestas masivas contra la gentrificación en la Ciudad de México han visibilizado los problemas de desplazamiento y presión sobre comunidades locales, aunque no siempre han logrado soluciones inmediatas por parte de las autoridades.


Las movilizaciones en apoyo a los desaparecidos de Ayotzinapa han mantenido la atención sobre la desaparición forzada, presionando al gobierno, aunque los resultados judiciales y políticos han sido limitados, mostrando la dificultad de transformar la protesta en soluciones concretas.




A nivel global, ejemplos históricos muestran la fuerza de la protesta pacífica: la huelga por la jornada laboral de ocho horas en 1886 en Chicago generó cambios laborales significativos a largo plazo pese a la represión inicial; la Marcha de la Sal de Gandhi en 1930 condujo a la liberación de India del dominio colonial británico; y las protestas feministas en España y América Latina han logrado avances legislativos, como la ley del "solo SÍ es SÍ" y la despenalización del aborto en varios países.


Estos casos demuestran que, aunque las movilizaciones pueden generar presión, visibilidad y cambios estructurales, no garantizan soluciones inmediatas. El éxito depende de la organización, la estrategia, la persistencia y la capacidad de mantener la protesta dentro de un marco pacífico y legítimo, tal como señala Amnistía Internacional.




En consecuencia, las manifestaciones representan un equilibrio delicado: pueden unir a comunidades enteras en torno a un objetivo común, fortaleciendo la cohesión social y el compromiso cívico, o pueden generar divisiones y conflictos si se perciben como disruptivas o injustas.


Ejemplos de protestas en México


  • Movimiento estudiantil de 1968




El movimiento de 1968 fue una de las protestas más trascendentes del siglo XX en México. Estudiantes de distintas universidades exigieron libertad política, educación democrática y el fin de la represión.


Aunque culminó trágicamente con la masacre de Tlatelolco, su impacto fue profundo: visibilizó los abusos del poder y abrió el camino a reformas políticas y sociales en los años posteriores. No resolvió sus demandas inmediatas, pero cambió para siempre la relación entre sociedad y Estado.


  • Ayotzinapa, 2014




La desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa provocó una indignación nacional. Miles de personas marcharon exigiendo justicia y verdad. Las movilizaciones lograron mantener el caso en la atención internacional y presionar para la creación de una comisión de investigación. Sin embargo, más de una década después, el caso sigue sin resolverse completamente. Las protestas lograron visibilidad y apoyo global, pero no justicia plena.


  • #YoSoy132, 2012




Este movimiento estudiantil surgió en respuesta al descontento con los medios de comunicación durante las elecciones presidenciales. Inspirado en movimientos globales, buscó democratizar la información y fomentar la participación política. Aunque no logró transformaciones legales concretas, sí generó un cambio cultural: muchos jóvenes comenzaron a involucrarse más en la política y en los medios digitales.


  • Movimientos feministas




Las marchas del 8 de marzo y los colectivos feministas han sido clave en los últimos años. Según distintas organizaciones, han impulsado leyes para sancionar el acoso, mejorar la atención a víctimas y garantizar derechos reproductivos. Sin embargo, la violencia de género sigue siendo una deuda pendiente. Las manifestaciones han logrado visibilidad, pero no la erradicación del problema, mostrando que la lucha aún no termina.


  • Protestas contra la gentrificación, 2025




En la Ciudad de México, miles de personas salieron a las calles para denunciar el aumento de rentas y la expulsión de habitantes locales por la llegada de nuevos desarrollos. Si bien lograron abrir el debate sobre políticas urbanas, algunos enfrentamientos y daños a comercios desviaron la atención del tema central. Hasta el momento, no se han emitido regulaciones específicas, aunque el gobierno capitalino reconoció públicamente la necesidad de revisar las normas de vivienda.


  • Marchas conmemorativas del 2 de octubre




Cada año, miles de personas marchan para recordar la masacre de Tlatelolco. Estas manifestaciones no buscan una solución concreta, sino mantener viva la memoria histórica y evitar que se repitan abusos similares. Su impacto radica en la conciencia colectiva, no en una demanda puntual.


  • Bloqueos de carreteras, 2025




En 2025, México vivió varias movilizaciones que incluyeron bloqueos de carreteras, protagonizados principalmente por maestros de la CNTE y agricultores de distintas regiones.


Estas acciones buscaban visibilizar demandas laborales, educativas y de precios justos para productos agrícolas como el maíz y el sorgo.


Los bloqueos de maestros se registraron en estados como Oaxaca, Chiapas, Guerrero y el Estado de México, afectando vías principales, autopistas y accesos a aeropuertos, con el objetivo de exigir mejoras en condiciones laborales, recategorización de planteles y asignación de plazas pendientes.




Por su parte, los agricultores bloquearon carreteras y oficinas gubernamentales, solicitando precios de garantía más justos y atención a sus necesidades productivas.


Estas movilizaciones, aunque lograron abrir espacios de diálogo con autoridades y mantener la atención sobre sus demandas, también generaron afectaciones en la movilidad, pérdidas económicas y, en algunos casos, conflictos con terceros.


Ejemplos de estas consecuencias incluyen interrupciones del tránsito en zonas urbanas y rurales, retrasos en la actividad comercial y protestas que duraron varias horas o incluso días.




Las protestas y manifestaciones son parte esencial de la vida democrática.


Permiten a los ciudadanos expresar inconformidades, exigir justicia y poner sobre la mesa temas que de otra forma serían ignorados. Sin embargo, no basta con marchar. Para que una movilización sea efectiva, debe estar bien organizada, contar con objetivos claros y desarrollarse en un ambiente pacífico, de lo contrario, corre el riesgo de perder su propósito o provocar más división que soluciones.


El reto está en encontrar el equilibrio entre el derecho a la protesta y la responsabilidad social. Las autoridades deben garantizar espacios seguros para la libre expresión, y los manifestantes, a su vez, deben cuidar que sus acciones no afecten injustamente a terceros.


Marchar puede ser un acto de poder ciudadano, pero solo cuando se combina con diálogo, organización y respeto logra convertirse en un verdadero motor de cambio. Porque al final, marchar no siempre es suficiente, pero seguir en silencio nunca será la respuesta.


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