La Danza del Venado no es solo un espectáculo folclórico: es un símbolo vivo de resistencia, identidad y memoria. Las cifras muestran que hay una población mayo importante, pero con fragilidades en lengua, transmisión cultural y condiciones materiales. La Danza del Venado, es una expresión ancestral de los pueblos yaqui y mayo del noroeste mexicano, no es solo arte: es identidad, ritual y puente intergeneracional. Recrea la cacería del venado, integrándose a ceremonias religiosas como la Semana Santa, fiestas patronales y otros momentos festivos sagrados. Cumple funciones espirituales, sociales y simbólicas, respeta la naturaleza, honra al venado como espíritu animal y refuerza la cohesión comunitaria. La Danza del Venado tiene orígenes prehispánicos, anteriores a la llegada de los españoles al norte de México, por lo que se calcula que se realiza desde hace más de 400 o 500 años, aunque algunas fuentes como el Instituto Nacional de Antropología e Historia la sitúan incluso con más de mil años de antigüedad como parte de los rituales agrícolas y de caza de los pueblos del desierto sonorense. Los yaquis y los yoremes (mayos) comparten la Danza del Venado como herencia común, ya que ambos pueblos pertenecen a la familia lingüística cahíta y habitan regiones vecinas de Sonora y Sinaloa. Lo que cambia son algunos detalles rituales, música, vestimenta y con variantes en los instrumentos o el ritmo. El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) registra la Danza del Venado como parte de la tradición yoreme/mayo y describe su presencia en comunidades de Sonora y Sinaloa, sin dar cifras exactas de practicantes, pero no cualquiera lo puede hacer.